Intermedio.

Capítulo 5.

Luego de cenar, salí con Jhon al centro del pueblo. Fuimos hasta casa de la tía Martina, hermana mayor de mi padre. Dicen que se ha visto un poco mal, así que decidimos pasar por ahí. Pero al llegar, nadie salió a la puerta. Por lo tanto sólo dimos algunas vueltas, charlamos con par de viejos amigos y volvimos a casa de mi madre.

Jhon es el menor de mis hermanos y el único aún vive con mamá. Se dedica a tocar la guitarra para una pequeña banda del pueblo y sueña lo mismo que todos, poder algún día llegar muy lejos. De niño Jhon tenía problemas con el habla, a sus tres años, aún no formulaba correctamente las palabras, sin embargo con muchas sesiones de terapias poco a poco fue mejorando. Aún hay ciertas palabras que le cuesta su pronunciación pero a pesar de ello, tiene la ilusión de poder llegar a hablar correctamente y ser un excelente locutor.

Mi madre se siente muy orgullosa de él, y de cada uno de nosotros, porque fuimos de capaces de salir adelante y luchar por los sueños anhelados. Y debo decir que no sé quién se debe sentir más dichoso, ella por nosotros, o nosotros por tener una excelente madre como ella.

Cuando llegamos a casa la noche había caído por completa. Jhon me dejó en la puerta y fue directo a guardar el auto. Mi madre y Cris se encontraban en la sala de estar, me repuse junto a ellas y me uní a su conversación.

—¿De qué tanto hablan? No han parado desde que llegamos.
Ambas rieron y mi madre se levantó del sillón.
—A está señora que está aquí, ya se le hizo tarde. Así que iré a dormir, mañana tendremos todo el día, querido. —Dijo besando mi frente. Y se despidió de Cris.
Me acerqué a ella, y sonrió mientras nos mirábamos fijamente. Guardé un mechón de cabello tras su oreja y sonreí.
—¿Cómo les fue? —Preguntó. —¿Vieron a tu tía?
Yo continuaba mirando sus ojos, y deleitando el color de sus labios. Sólo respondí negando con la cabeza, sin pronunciar una palabra.

Jhon entró y tosió fuertemente.

—Lo siento. —Dijo riendo. —Espero no haber interrumpido.
Cris volteó hacia él y respondió:
—No ha interrumpido nada, señorito.
Jhon sirvió de la botella de vino que se encontraba en la mesilla junto a la biblioteca y se sentó en el sillón que había desocupado mi madre, ofreciéndonos un trago.
—Cuentame Cris, ¿y el amor?
Cris rió y devolvió la misma pregunta alzándose de hombros.
—¿Y el amor?
—Aja. —Asintió Jhon. —¿No piensas casarte?
—¿Por qué siempre asocian casarse con amar? —Preguntó. —Esa es la razón por la que muchos matrimonios fracasan. Creo que cuando se ama verdaderamente, no hace falta legalizar un matrimonio.
—¿Ah, no? —Preguntó, Jhon.
Ella bebió de la copa y habló:
—El matrimonio es un papel que dicta que el otro te pertenece. Es por eso que cuando se ejecuta, la mayoría de las parejas que antes eran felices, pasan a tener problemas. Porque sienten que de alguna manera, la otra persona empieza a ser de su propiedad.
—Entonces, ¿crees que el matrimonio es sólo eso? —Pregunté.
—¿Qué hay con que es la bendición de Dios para la unión de dos seres?. —Repuso Jhon, tras de mi pregunta.
—¿Por qué debe ser necesaria la aprobación de otro ser para amar? —Respondió.
Jhon y yo nos miramos y simplemente guardamos silencio.

Cris sacó una cajetilla de cigarrillos y ofreció a Jhon. Este tomó uno y me pasó otro. Lo encendimos uno tras otro, y lo dejamos consumirse entre nuestros labios.

—Bueno... —Dijo, Jhon levantándose del sillón. —Fue grata su compañía pero acá en el pueblo no amanecemos como en la cuidad. Aquí se madruga.

Me levanté y le brindé un abrazo de despedida. Cris le agitó la mano y él sonrió marchándose. Ocupé lugar nuevamente junto a ella y pasé mi brazo encima de sus hombros ocultando mi rostro en su cuello. Ella recogió su cabello hacia a un lado dejando espacio para besar encima de su hombro. Recorrí con el borde mis labios su delicada piel y dejé una mordida suavemente en su cuello.