-De acuerdo, antes de todo hay que ir al bosque para poder llevar a cabo el rito invocador a los dioses y el sacrificio de animales -le explicó nuevamente su madre.
-¿Y Astrid no vendrá a verlo?
-Créeme, fui incapaz de convencerla -confesó negando con la cabeza -. No quiso ver cómo matan a los pobres animales.
-¿Y por qué yo si? A mi tampoco me agrada ver cómo matan a unos pobres animales...
-No me seas llorón y vamos al bosque -dijo jalándolo del brazo -. Ya hemos perdido demasiado tiempo alistándote.
-Y... ¿Cuántos animales son?
-Una cabra para Thor; una cerda para Freyja y un jabalí o un caballo para Freyr, ya veremos.
El castaño tragó saliva, en verdad no quería ver eso.
Más tarde...
-¿Hipo? -lo llamaba su madre -. No te distraigas, hay que volver al centro de la aldea.
-S-Sí, eh... Vamos.
...
-Hipo -le toca el hombro.
Este volteó y enseguida sonrió, era Astrid. Ella le devolvió la sonrisa.
-Vaya... -susurró asombrado al verla -. E-Estás... Hermosa -habló finalmente.
Ella sólo pudo sonrojarse.
-Hijo -lo llamó.
El castaño se acercó a su madre.
-Es tiempo, ya sabes lo que debes hacer ¿Cierto? -le preguntó entregándole una antigua espada.
-Sí -contestó seriamente agarrando la espada.
Toda la aldea los observaba, incluyendo a los dragones.
-¡Astrid Hofferson, yo te entrego... -se inclina delante de ella con la espada sobre sus manos -. ... La espada de mis antepasados! ¡Como guardiana de las tradiciones! Y... -la mira con ternura -. Como la futura madre de mi hijo -sonrió.
Ella no pudo evitar llevarse ambas manos al pecho y soltar un suave "Aww~", al igual que muchos vikingos más. Agarró la espada con cautela y la observó. El castaño se incorporó.
-¿Escucharon eso? ¿Astrid va a tener un bebé? ¿Y por qué nadie me dijo? -susurraba Brutacio observando a su hermana con molestia.
-¿Quién te va a decir nada a ti? -le dijo Eret cruzándose de brazos sin dejar de observar a la pareja.
-¡Yo, Astrid Hofferson, a modo de comienzo de una nueva tradición, te entrego esta nueva espada! -le enseña la espada -. ¡Símbolo de la transferencia de la tutela y mi protección por parte de mi familia! -se la entregó y este la agarró.
Siguieron con los votos. Este acto simbolizaba la defensa de la unión.
-¿Me permites? -dijo Astrid sujetando el anillo de Hipo entre sus dedos índice y pulgar. Este le dió la mano.
-"Hipo, en este día tan especial para nosotros te tomo como mi esposo. Con nuestros amigos y familia presentes juro pasar el resto de nuestras vidas amándote, dándote alegrías y apoyándote siempre que me necesites. Te quiero tanto por tus virtudes como por tus defectos, y me ofrezco a ti esperando que me quieras por los míos. Desde este día estaremos unidos para siempre."
Y seguidamente, le colocó el anillo en su dedo índice.
-Ahora me toca a mi -y así, repitió el mismo acto de la rubia.
-"Prometo amarte apasionadamente, en todas las formas ahora y para siempre, prometo nunca olvidar que este es un amor para toda la vida y saber siempre que, en lo profundo de mi alma, no importa qué nos pueda separar, siempre nos volveremos a encontrar el uno al otro".
Y así, colocaron sus manos sobre la punta de las espadas nueva y vieja, simbolizando el círculo sagrado y la naturaleza inquebrantable del voto.
Se besaron con ternura, todos aplaudieron, excepto Valka, ella gritaba mientras corría hacia ellos.
-¡Estoy tan feliz por ustedes! -gritó abrazándolos.
-Gracias mamá -le agradeció su hijo.
-Y ahora... -se separa de ellos -. ¡Vamos al gran salón, os espera un gran banquete!
Al entrar al gran salón, ya habían bastantes personas que habían llegado antes que ellos, había un enorme banquete, y todo el lugar estaba decorado, toda la aldea se sentó a comer y a platicar, la pareja también.
Comieron y bebieron casi toda la noche, hasta que el castaño se atrevió a sacar a bailar a su esposa.Se levantó y se colocó frente a Astrid.
-Astrid... ¿Q-Quisieras bailar conmigo? -le preguntó con cierto nerviosísmo.
La nombrada se sonrojó y sonrió.
-¿Por qué no? -Hipo le tendió la mano y esta la aceptó gustosa, se levantó y caminaron hacia donde todos se encontraban bailando.
La oji celeste colocó una mano sobre el hombro de su esposo. El castaño tomó su otra mano y la entrelazó con la de él, mientras que con la otra la agarraba de la cintura.
Empezaron a bailar entre risas y vueltas, a lo que la mayoría de los presentes los observaban con una sonrisa en sus rostros.
-Todos nos están mirando -le susurró a Astrid con una sonrisa traviesa.
-Sí, me siento... Feliz -rió la rubia sin parar de bailar con él.
-A partir de ahora... Sólo seremos tú y yo. Y nuestro bebé, por supuesto -le da un beso apasionado.
Con ese beso acabaron el baile, después de eso todos aplaudieron, los recién casados sonrieron y se fueron a sentar.
-¿Y tú desde cuando sabes bailar?
Este se sorprendió y enseguida se sonrojó.
-Eh, b-bueno... -se rasca la nuca -. Puede que haya practicado un poco.
Continuará...