Capítulo VIII Decisión

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Rápidamente Amynda se bañó y se perfumó de los pies a la cabeza. Al ir sal closet se dio cuenta que sus trajes no estaban, pues los habían llevado a lavar, y solo habían en el closet las batas y pantuflas. Po un momento pensó en ir a tomar prestada la ropa de su hermana pero, al ver el reloj se dio cuenta que no podía esperar. Tomó una bata y pantuflas, bajo las escaleras de la casa corriendo;

-Gimena!

Gimena!

-¿Qué paso señorita?

-Dile a Teo que saque el carruaje rápido!

-Señorita el carruaje no está listo!

Amynda corrió hacia las caballerizas, ensilló el caballo y salió a toda velocidad. Por todo el camino las mujeres se quedaban asombradas al ver una mujer montando a caballo libremente y, viendo que nadie la detenía.

Al llegar a la estación de tren, se bajo del caballo, y de inmediato ser puso a buscar a Raul, pero después de esperar verle y no aparecer en una hora sus fuerzas decayeron y sus lagrimas empezaron a brotar al darse cuenta que el amor de su vida se había ido para siempre. Estuvo mirando al suelo por unos segundos y al subir la cabeza vio aquel hombre de traje negro y sombrero, con el pelo largo. En ese mismo instante tomo aire y se paro tras el;

-¿Tienes la costumbre de no luchar por lo que quieres?

El se volteó, la miro a los ojos y dijo:

-¿Qué haces aquí y en ropa de dormir?

-Es que no quería que te fueras sin saber esto;

Amynda brincó y lo tomo del cuello y lo beso apasionadamente, sin dejar espacio a que el pudiera rechazarla como ella lo había hecho.

-Pero!

Amynda volvió a interrumpirlo con otro beso pero esta vez fue más suave y lento, el no tuvo tiempo ni siquiera de reaccionar!

-Te amo!

Te amo mucho y no quiero que te vayas!

-No me voy, me quedo contigo mi mariposa!

Esta vez él la asió de la cintura, la levanto y tomo sus labios con fuerza, como si fuera la última vez que lo haría. Ella quedo prácticamente sin fuerzas de aquel beso.

-Tu padre tenía razón cuando dijo que esperara una hora para irme!

-Mi padre!

¿Cuándo hablaste con él?

-El día que te vi dormir por minutos, que me diste un golpe y saliste corriendo de tu casa. Cuando me dijiste que no me querías ver más, me retiré y cuando salía me encontré con tu padre en la entrada, me pregunto qué había pasado y le dije que no sabía mucho, que solo sabía que no me querías ver. Le dije que me iría porque lo único que me detiene aquí eres tu preciosa!

-Amo a mi papá!

Pasaron unos minutos en silencio, mirándose el uno al otro a los ojos;

-Gracias por amarme!

-Gracias a ti, que eres mis alas, que eres mi libertad!

Sellaron su amor con un beso que significo un pacto eterno aun más allá de la muerte.

Cada mañana Amynda escribía con hora y fecha lo feliz que estaba, en este contaba los días hasta casarse con Raul.

Un mes y medio después, entraba en una iglesia una joven radiante, vestida de blanco a la que tantas mujeres envidiaron por ser la primera en casarse enamorada. Los ojos de Raul y Amynda brillaban e irradiaban una inmensa felicidad que ni por un segundo pudieron ocultar.

Desde ese momento las mujeres empezaron a revelarse y luchar por sus derechos.


Amynda y el cofre ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora