Removiendo Escombros

13 0 0
                                    

Renata era una chica de complexión delgada, con hermosos y profundos ojos que transportaban a otros mundos, pero que pocas personas habían tenido en placer de disfrutar. Vivía constantemente aislada escuchando música independiente que para muchos sonaba sumamente depresiva; la mayor parte del tiempo era retraída y  como es con todas las chicas entre 15 y 20 años, su ideología sobre la vida, la moral y el amor -sobre todo el amor, o la existencia de este- era cambiante, por lo que constantemente se sentía acosada por estos pensamientos. Siendo la hija mayor del matrimonio de los Señores Di Salvo, Renata había sido desde pequeña una niña muy obediente pues tenía que dar ejemplo a sus hermanos menores, Cassius, Alessandra y Domenico, -de 15, 13 y 10 respectivamente- todo había sido conforme al plan que sus padres habían diseñado creyendo que su pequeña Renata siempre había sido feliz, y que lo sería por toda la vida,hasta que un día descubrieron la realidad, Ellos jamás imaginaron todo lo que ella había pasado en silencio.

Todo ese cambio comenzó poco después que Renata había comenzado la secundaria, ni la gente, incluso ni ella notaron como poco a poco fue alejándose de los convivios familiares, otras veces simplemente estaba en ellos pero su mente se encontraba muy distante, lejos de donde ella misma podía imaginar. En la escuela fue una alumna destacada los primeros bimestres de la nueva etapa que vivía, después de eso, dejó de ser relevante su existencia en el aula, hasta en la preparatoria donde podía pasar casi desapercibida. Renata después de haber sido una niña feliz se había convertido en "un ente más en esta tierra de porquería" como ella solía decir.

La existencia de Renata había seguido ese patrón desde la secundaria, es decir casi 6 años atrás, y estaba tan acostumbrada a ese estilo de vida que veía absurdas e hipócritas a todas las demás personas que reían a su alrededor, había dejado de creer en la amistad, la familia, el amor, la confianza, es decir, Renata era una persona que estaba total y completamente sola en la tierra.

Esa mañana Renata despertó con una inquietud totalmente distinta a la que le absorbía cada mañana, seguía reflexionando sobre lo que había pasado un día antes, no podía dejar de pensarlo, el chico de sus sueños por fin se le había acercado y le había hablado, y no solo para decir "con permiso" o el típico "hey...", pero... ¿acaso era verdad? ¿Es que fue solo un bello sueño?, no, era verdad, aun contra todo pronóstico por parte de los demás y de ella misma, había pasado; después de imaginar infinidad de veces ese momento, de crearlo de una y mil maneras, había sucedido. Todavía podía sentir temblar sus rodillas al pensar en ese momento, su estomago se retorcía una y otra vez y sus manos sudaban. Pensó que ante las sospechas y preguntas de las personas que la rodeaban -en especial sus padres- tal vez podía achacárselo al pésimo sazón de su nana Adelaida, una mujer robusta de unos 52 años, con facciones recias pero de un enorme corazón, que siempre hacía todo para dar mucho cariño a los niños Di Salvo, pero que en decisión unánime de la familia, era una malísima cocinera.

Ese día Renata hizo un sobreesfuerzo para actuar como lo haría cualquier otro día, cosa que para ella no fue muy sencilla, por lo significativo del suceso; pero, que los demás ni notaron debido a la costumbre que se habían hecho ya de no preguntarle nada a Renata por no escuchar siempre los mismos monosílabos "no", "si", "bien"...

Al llegar a la escuela, estaba esperándola afuera Agatha, una chica pequeña y robusta que parecía siempre estar molesta, por su expresión seria pero que en el fondo y solo para quienes se habían dado el tiempo de conocerla habían descubierto en ella a una persona divertida y noble. Agatha y Renata decían no ser amigas porque ni una ni la otra creían en la amistad, sin embargo compartían un lazo muy especial y fuerte que les hacía siempre buscarse entre ellas; quizá era el no querer estar sola lo que les hacía estar con alguien que se sentía de igual manera, o tal vez el hecho de que coincidían en opinión acerca de muchos de los temas "relevantes" de las personas de su edad.

En la escuela Agatha no podía ocultar su impaciencia; el hablar con Renata le parecía una espera interminable, pues la curiosidad invadía su pensamiento por escuchar todo el suceso del día anterior, pero después de una larga espera, hablaron...

- ¡¿Que te dijo?! ¡¡¡Vamos, habla ya!!! – dijo Agatha casi más nerviosa de lo que Renata podía estar.

- ¡Ay noooo! No lo puedo creer, o sea, mira es que estábamos ahí parados esperando el bus y ya sabes que vamos en la misma clase de ambiental, ¿no? entonces así que se me acerca y me dice "Oye tu eres Renata, ¿no...? - Renata no cabía de emoción, y eso era evidente pues su sonrisa no le permitía esconderlo

- Ammm aha, y... ¿qué más? –le dijo Agatha con la esperanza de que algo más hubiese pasado

- ¿Cómo qué más? Pues ya le dije que sí y llegó su transporte y se fue, pero me dijo "Nos vemos...", ¡¿puedes creerlo?!

- Ammm claro... ¿creer qué? – dijo Agatha con una cara de decepción que hizo a Renata volver a la realidad con una caída libre e imparable

- No fue la gran cosa ¿verdad? me emocioné demasiado- habló Renata con una voz casi quebrada, que hizo que se le erizara la piel a Agatha que sabía que la había lastimado

- Noooo, tampoco quise decir eso, digo, al menos ya sabemos que sabe tu nombre ¿no? Es un avance –dijo Agatha con tal de hacer sentir mejor a Renata- Ahora te toca a ti comenzar a hacer que Ángelo se fije en ti.

Esas palabras iluminaron la cara de Renata de un modo que probablemente sólo un ciego podría no haber notado.

- Tienes razón es hora de ponerme a hacer algo antes de que se fije en alguna otra de las arrastradas que le andan hablando- dijo Renata con la mayor determinación que pudo haber tenido en la vida.

- Además recuerda que como ya no está con la araña esa de Rebecca, es presa fácil para las otras lagartonas esas- agregó Agatha a la charla casi con la certeza de que Renata la escucharía y haría algo para llamar la atención de Ángelo.

- No me las recuerdes, ellas con su ropa supuestamente "sexy", solo provocan que los hombres saquen a la luz el pequeño misógino que tienen dentro- decía Renata con la seguridad de quien hubiese sufrido por amor una infinidad de veces.

- Si, totalmente de acuerdo, ¡muy bien dicho!- Secundaba Agatha la opinión de Renata.

Dos horas más tarde Renata sintió los mismos nervios, el sudor de manos, el temblar de rodillas, las ganas de vomitar de un día antes, y no era para menos, le tocaba una vez más la clase de Ambiental, lo vería otra vez, pero esta ocasión sabía que él conocía su nombre, decidió por primera vez saludarle, pero al verlo con sus amigos los nervios la invadieron y prefirió evadirlo como todos los demás días; sin embargo esta vez sucedió algo distinto, porque después que ya había tomado su lugar sintió que alguien le habló dando un toque a su hombro, era Ángelo, el chico de sus sueños.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora