Capítulo 8

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Fue un día cargado de emociones perturbadoras para él, todas ellas generadas por la misma fuente: Kassidy Evans. Hace mucho no sentía esa tempestad por dentro y la emoción predominante que lo dominaba esa noche, era la absoluta y sofocante ira.

Kilian parpadeó un par de veces como saliendo de un trance y se dio cuenta que llegó al Avant—Gard; un bar a unas calles del edificio de Candace y que visitaban juntos con frecuencia. Era un lugar de paredes decoradas con obras de arte hechas a mano inspiradas en Kandinski y con carteles de la época soviética, buena música en vivo y un ambiente agradable.

Pidió un Manhattan a la chica de la barra y cuando le dio el primer trago disfrutó de la combinación del vermut junto al whisky en su garganta, era su bebida favorita. Ni siquiera con eso pudo tranquilizarse. Intentaba disfrutar del violinista que tocaba en ese momento, pero era imposible, una mano femenina sosteniendo un Martini cubrió su campo de visión chocando ambas copas con delicadeza.

—¿Mala noche? —preguntó la rubia del Martini, con una mirada traviesa y una linda sonrisa.

—Una de las peores —respondió Kilian sin mucho ánimo. Se percató de las intenciones de la mujer, era guapa y tan evidente como si llevase luces de neón encima.

—Puedo mejorarla, si quieres... —dijo la mujer acariciándole la mano de manera sugerente.

—Lo siento, esta noche no soy buena compañía para nadie —argumentó poniéndose de pie y dejando un billete al lado de la copa—. Espero que tú si puedas disfrutarla, yo invito preciosa, buenas noches. —Se despidió tomándole la mano y le dio un suave beso en el dorso.

La mujer agradeció el gesto sonriendo como una colegiala, Kilian apenas sonrió y salió del bar sintiendo el viento frío en su rostro, se fue caminando en dirección a su auto estacionado frente al edificio de Candace y se sentó dentro a recapitular sobre el infernal día que tuvo.


Después de dejar a la enfermera instalada en la habitación de Anna con las indicaciones pertinentes y la autorización del hospital, fue en busca de su amigo el doctor. No iba a enemistarse con él por esa mujer, pero se había marchado antes de que él llegara. Entonces, decidió tratar otro inconveniente que le tomó unas horas en su oficina, quería adquirir una empresa donde fabricaban repuestos automotrices y algo entorpecía las negociaciones en ese país. Debía contratar a alguien más agresivo en el área, no podía permitirse perder esa oportunidad y por ser fin de semana, apenas pudo adelantar una cita para el lunes. Ese tiempo perdido le jugaba en contra y eso solo lograba sacarlo de quicio.

La cereza del pastel para ese día fue cuando se dispuso a jugar al noble y flamante caballero, protector de damisela s desvalidas, ofreciéndose a cuidar a un par de ellas que necesitaban de seguridad y apoyo... «¡Un total imbécil!» se dijo, al recordar a Candace burlándose en su cara al agradecerle de forma condescendiente la oferta, diciendo que no era necesario; "Kassy ya tiene quien le vele el sueño, no te preocupes. Josh y Simon se quedan esta noche a cuidarla". «¿Por qué no me limité a llamar? ¡Ah, por ser un idiota colosal!, ni siquiera pude preguntar si hicieron la denuncia, tampoco cómo seguía Kassy» pensó con la indignación a flor de piel. Se bloqueó completamente y estaba actuando como un energúmeno, incluso se despidió de mala manera de su amiga, que fastidiándolo más se carcajeó desde la puerta.

No quería ir a casa aún, sabía que si llegaba, debía hablar con Mary y no tenía deseos de abrir la boca con nadie. Vio su reloj y ya era la una de la madrugada del domingo, volteó hacia la izquierda observando el edificio donde vivía su amiga y gruñó enojado. «¡Idiota!» se dijo de nuevo, encendiendo el auto. Quizás contaba con un poco de suerte y su nana ya estuviese durmiendo.

Siempre serás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora