Una mala noche

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Llevaba horas corriendo pero no podía parar, sabía que él venía por mí. La calle se hacía cada vez más oscura. La luna estaba oculta tras las negras nubes. Un viento helado me azotó obligándome a frenar. Respire profundo y el aire entró como agujas a mis pulmones. Debía seguir corriendo. Estaba parada al medio de la calle sin saber a dónde ir. Todo al rededor era tenebroso y solitario. Nadie a quien pedir ayuda, ningún lugar donde esconderse, y entonces lo escuche. Sus pasos eran cada vez más fuerte. Venía directo a mí. La calle se hizo cada vez más angosta. Todo se desvaneció en una oscura niebla. Todo, menos esa sombra que caminaba directo hacia mí. Quería correr pero mis pies parecían pegados al suelo. Una voz retumbó en el silencio "Sabes en que lío me metiste perra". ¡THOMAS! ¡BASTA!



El reloj marcaba las 3:00 am.
Después de la charla con Thian pase tres horas en la comisaría haciendo mi declaración. Henry me pidió que lo acompañara al centro juvenil el resto de la tarde, pero le suplique que me dejara volver a casa. Lo siguiente fue pasar las últimas seis horas mirando las paredes de mi habitación. No recuerdo cuando me dormí. Pero el descanso no sirvió de nada. Había llegado a mi límite, necesitaba acabar con este dolor, liberar toda la tensión que sentía. Había estado tratando de evitar esto toda la tarde, pero no había otra opción.
Abrí el cajón de mi mesita de noche y saque una cajita de madera con diseño de flores que me había regalado mi mamá la navidad pasada.
Entre al baño y cerré la puerta con llave. Elegí la bañera como el lugar más cómodo, habría la caja y saque mi navaja.
Sabía que lo que estaba apuntó de hacer no era bueno. Pero necesitaba sentir ese alivio, al menos por unos segundos.

3:30 a.m
La sangre fluyó por mis manos hasta caer gota a gota en la bañera tiñendo todo a su paso de un color rojo intenso. Pude sentir como todo el dolor, las tensiones y preocupaciones desaparecían con cada corte. Sonreí. Era lo que mi cuerpo y mi mente habían estado pidiendo las últimas horas.

 Era lo que mi cuerpo y mi mente habían estado pidiendo las últimas horas

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