IV - Nacimiento

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Vi esas imágenes. Pasaban a gran velocidad pero podía apreciarlas. Era yo en el futuro con Hikari. Se nos veía felices, estábamos casados. Teníamos hasta una hija. La última de todas era una en la cual los dos estábamos cogidos de la mano, nos mirábamos por última vez y moríamos con una sonrisa en la cara. Era una vida ideal, una que jamás podré vivir.

—¿Te gusta lo que ves, mierdecilla? Vaya vida más patética, propia de un gusano como tú— Soltó una risa al final que hizo que me hirviera la sangre.

Estaba contra las cuerdas, no sabía bien como salir de allí. Empecé a ver la sangre de Hikari expandirse por el suelo hasta mi. Quería vomitar.

—Deberías darme las gracias, yo te he salvado de esa vida mediocre.

Sacó la pistola de mi boca y la sacudió para quitar la saliva. En ese momento intenté levantarme para cargar contra ella pero percibió mi movimiento y me apuntó con el arma de nuevo; tuve que quedarme de rodillas en el sitio, me sentía tan inútil.

—No te hagas el príncipe azul, que la princesa la ha palmado ya, dale un beso a ver si te vomita sangre en la boca.

—¿Por qué has hecho esto? –Intenté no tartamudear pero fue en vano.

—A ti te voy a tener que dar explicaciones, vamos no me jodas.

—Te arrepentirás de esto.

Nada más decir esto me disparó en el hombro y caí de espaldas. Había alcanzado mi brazo donde anteriormente me había partid la muñeca, el dolor era insoportable, estaba sollozando. Me siguió mirando con esos ojos glaciares mientras un mechón negro asomaba por un lado de su frente.

—El próximo será en los huevos como no te estés quietecito, princesita— Dijo con un tono tan frío como era costumbre en aquel monstruo.

La puerta se abrió de nuevo y los dos nos giramos para ver a la persona que estaba entrando. Era un hombre bastante alto, rapado por los lados con una cresta en medio de color miel, tenía unos ojos profundos y verdes, llevaba un uniforme militar negro y estaba armado también con una pistola. Lo más extraño que había en él es que tenía un tatuaje que simulaba que tenía una gran sonrisa cosida. Aquel tipo hizo como si no estuviera y dirigió su mirada hacía la asesina.

—Deberías darte prisa porque acaban de llegar —señaló con una voz grave y fría.

Justo cuando iba a hablar la chica volví a escuchar un disparo pero esta vez era muchísimo más fuerte. La bala rompió la ventana e impactó contra la cabeza de la homicida haciendo que su cuerpo cayera de lado, de forma violenta. El disparo fue tan poderoso que literalmente vi como le explotaba la parte de arriba del cráneo; me llego a salpicar bastante de su sangre contra mi cara.

El otro estaba algo impresionado por la escena, pero parecía que fuera por lo inesperado del disparo más que por la muerte de la mujer. Rápidamente se cubrió detrás de la cama y empezó a disparar contra el que fuese que efectuara el disparo. En ese momento vi mi oportunidad para escapar, me levanté como puede y empecé a correr hacía la puerta. Cuando estaba apunto de salir una mano me agarró del hombro y me tiro al suelo con fuerza; miré hacía arriba y vi que era otra vez aquella pava pero estaba perfectamente. No podía creerlo, era como si nunca la hubieran disparado. El del traje militar gritó:

—Ten cuidado, me cago en la hostia. Al final te vas a cargar la mercancía, sácalo de aquí lo más rápido que puedas y llévalo a la base.

La chica asistió con la cabeza; me levantó del suelo con fuerza y me apuntó con la pistola. Me hizo un gesto con la cabeza para que andará y empezamos la carrera. El otro seguía disparando mientras intentaba protegerse de los disparos del francotirador.

Corrimos por el hospital que estaba lleno de cadáveres mientras ella me gritaba las direcciones que debía seguir. Estaba en todo momento detrás mía apuntándome contra la pistola. Intentaba correr lo más rápido que podía pero el dolor de mi brazo cada vez era mayor y sentía como iba perdiendo sangre por momentos.

Tardamos bastante en bajar hasta una puerta trasera que debía de llevar al aparcamiento del hospital. Pero justo al llegar vimos que delante de la puerta estaba una chica; con un uniforme escolar, pelo corto y marrón al igual que sus ojos. Estaba haciendo malabares con tres cuchillos mientras reía como una niña pequeña.

Mi acompañante se paró y al verla rápidamente empezó a disparar sin piedad. Ninguna bala consiguió alcanzar a esa niña pues cada vez que se acercaba una con un rápido movimiento cortaba la bala con el cuchillo. Tenía unos reflejos inhumanos y una habilidad con los cuchillos igual de inhumana. Cada vez se iba acercando más a nosotros mientras seguía con los malabares.

Cuando se terminaron las balas sacó de un bolsillo una granada y la lanzó con fuerza contra la malabarista; esta cortó la granada lo que ocasionó que por la sala se esparciera muchísimo humo. En todo esto sentí como me agarraban con fuerza del brazo, obligándome a salir corriendo de aquel lugar. Al salir de aquella cortina gris puede ver a mi secuestradora delante que me estaba llevando hacía otra puerta en la otra punta del lugar.

Cuando iba a abrir la puerta vi como un cuchillo salió del humo y alcanzo a la chica; cortándole la oreja. Se tapó la oreja con la mano y siguió corriendo por un pasillo mientras me mantenía sujeto a ella. Al final conseguimos salir al exterior y me di cuenta en ese momento que su oreja volvía a estar perfectamente.

Retomamos la marcha mientras de fondo se seguían oyendo las risas macabras de la niña. En un momento llegamos hasta un furgón negro donde se encontraba el hombre de antes. Rápidamente abrió las puertas traseras del vehículo, me agarró de la camiseta y me tiró dentro. La asesina entró conmigo y me ató con unas cuerdas; estaba demasiado mareado por la perdida de sangre como para poder resistirme. Arrancó el furgón y salimos pitando de aquel lugar; oí hasta como rompían una de las vallas del aparcamiento.

Después de comprobar que estaba bien atado la chica de hielo me sentó en unos sillones que se encontraban pegados a una de las paredes; ella se sentó en el lado contrario para verme pero sin apuntarme con la pistola como era su costumbre. Estaba demasiado cansado y mareado lo que ocasionó que al poco tiempo cayera dormido.



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