《Capítulo O3: Detroit 》

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Me levanté respirando agitadamente, otra vez las malditas pesadillas que me desvelan en cuanto intento pegar ojo.

Suspiré profundamente y me dirigí al baño, me refresqué la cara y me miré al espejo.

Unas enormes ojeras están presentes bajo mis ojos azulados, haciéndome parecer a un maldito zombie.
Mi piel está pálida y no me encontraba muy estable de pié.

Fui rápido hacia la cama y me tumbé mirando al techo amarillento. Alguien llamó a la puerta y no pude levantarme a abrir.

Entonces escuché el sonido de unas llaves, supuse que sería Court o Dave, ya que son los únicos que las tienen.

Cerré los ojos y empecé a marearme, pero aún seguía consciente.

-¡Oh...Irina!, ¿que te pasa? -dijo rápidamente Court sentándose a un lado de mi cuerpo.

-No me siento bien...no he dormido nada y-y...las pesadillas...no se van...-dije intentando incorporarme.

-¡Hey...hey...! Tranquila, quieta ahí..., túmbate...-puso una de sus manos en mi mejilla y hizo círculos para calmarme -quieta aquí no te muevas, iré a por una pastilla...

La escuché revolver varios armaritos de la sala de estar y del baño. Finamente llegó con la pastilla y un vaso de agua.

Me la tragué de una pasada y cerré los ojos tumbándome de nuevo, con el efecto de la pastilla caí en un sueño profundo.

-Irina, Irina...no metas a nadie más en esto. Solo somos TÚ y YO. ¿Te queda claro?, espero que sí porque sino tendremos un serio problema...

La sombra se fue alejando cada vez más, dejándome absorta y aturdida en el suelo.

***

-¡¡Irina, tu padre ya está aquí, date prisa o llegarás tarde!!- gritó Sanders en la puerta de la habitación.

Sí, hoy me iba a Detroit a ver a unos amigos de mi padre, según él tenía que cerrar un importante contrato con uno de los inversionistas más influyentes de Detroit y como no tenía nadie que le acompañase, pues yo tenía que hacerlo, no es que sea de mi agrado pero, todo sea por mi padre.

Bajé trotando hacia la entrada del internado haciendo malabares con las maletas para que no se me cayeran. Demasiado peso para mí, pensé.

Al ver el jeep negro de mi padre me dirigí hacía él, ya con más parsimonia.

Él me mostró una de sus mejores sonrisas y me ayudó con las maletas.

-¿Qué tal princesa? -besó mi coronilla y me abrazó como un oso.

-Diooos...papá -inhalé aire - no puedo... respirar...

-Lo siento mi vida, ya sabes, la emoción -dijo riéndose de mi cara roja -¿Lista para ir a Detroit?

-¡Oh papá!, ¿Cuándo no lo he estado? -reí junto a él subiéndome al jeep.

El viaje se me hizo eterno seis largas horas en el jet de mi padre sin saber que hacer y preguntándome si fue buena idea decidir venir.

Al llegar a nuestro hotel, unos hombres descargaron el equipaje, mientras mi padre y yo subíamos a nuestras respectivas habitaciones.

Las dos eran continuas por si ocurría algo, así podíamos avisar lo antes posible.

***

Fallen Sky ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora