Cinco de la madrugada

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Para Agatha. 

Lo supe en el momento en que rompí mi promesa: no enamorarme de ti. Pero, Agatha, eran las cinco de la madrugada, y estábamos riéndonos tanto, estábamos disfrutando de la mera existencia del otro. Después de tanto tiempo me sentí genuinamente feliz. No sonreí por cortesía, ni reí por compromiso. Me hiciste sentir real

Supe que estaba jodido. 

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