Capítulo 2

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—Ella no es Magia.

Aquella frase me dejó en shock.

—Somos hijos de ella. Sabemos reconocerla y Arianrhod no lo es.

Mi mundo se hizo añicos. ¿Cómo podían dudar del poder que contenía dentro de mi ser? De repente, las mejillas se me humedecieron. Acerqué dos dedos a mi piel y los llevé a mi boca. Era agua salada... Estaba llorando.

—Arian, cielo. Demuéstrales lo que sabes hacer.

¡Mi maestro aún confiaba en mi! Eso me dio fuerza y esperanzas. Intenté hacer el mismo hechizo que maravilló a los dirigentes de los siete reinos, pero algo faltaba dentro de mi. No conseguía hacer magia.

—¿Lo comprendéis ahora? Mirad sus ojos. Son oscuros y apagados —Titania, reina de los Elfos, habló con dureza.

Todos los ojos de sala se centraron en mí a la vez que los párpados protegían los míos. En esa posición, concentré todo mi "poder" e intenté volver a parar el tiempo. No surtió efecto... De verdad que había perdido todo lo que me caracterizaba... ¿Cómo podía haber ocurrido? Estaba aterrorizada. Ya no era nadie... En seguida mis mejillas volvieron a estar húmedas y gotas cayeron al suelo. Aún me miraban todos.

—La audiencia ha terminado —Oberón fue tan duro como su mujer, los humanos ya no pintaban nada en aquel lugar.

—Vamonos, niña... —mi maestro me cogió del brazo y ambos salimos del palacio.

¿Que sería ahora de mi?

***

Mi maestro andaba dos pasos por delante de mi. Yo estaba muy cansada y casi no podía ni caminar.

¿No podemos descansar? Estoy agotada...

No, Arian. Aún falta demasiado para llegar a palacio y no tenemos mucho tiempo.

Tras estas palabras el anciano aumentó la marcha y yo tuve que correr para llegar hasta él, lo que me cansó aún más. Hacía poco que habíamos dejado a los gobernantes de los humanos mágicos y yo ya estaba desfallecida... Era algo extraño, pero estaba demasiado ocupada intentando seguirle el ritmo a Milaniel como para pensar en eso.

Horas más tarde el sol se puso por el oeste, dando comienzo a la noche, mi salvadora, y terminando un día que se había ido convirtiendo en un verdadero infierno. Pero aquel sólo había sido el principio, un calentamiento para lo que vendría después. Fue el mes más duro que recuerdo. Treinta días como el primero, cada vez más deprisa caminaba mi maestro, más cansada me encontraba yo. Caminando por un terreno árido y seco, yermo.

Aquí se fraguó la primera guerra de las razas, el principio del mundo que conocemos. Desde entonces este paraje separa la tierra de los humanos de la tierra de los feéricos —esa fue la explicación que Milaniel dio a mi muda interrogación.

Por fin, al final del último día pudimos distinguir el comienzo de un bosque verde y rebosante de vida de donde sobresalían dos hermosas torres. Habíamos llegado...

—¡Rhodarian! ¿Otra vez en tu mundo? ¡Has vuelto a colocar en las cajas de manperas las limonjas! ¿No ves que unas son rojas y verdes y las otras amarillas y naranjas? ¡Chiquilla! Esta es la última vez que te paso un error. La próxima vez estás despedida.

Volví de mis recuerdos, enfadada. No me gustaba que me sacaran de ellos tan bruscamente. Resoplé al distinguir de quien eran esas palabras. La propietaria de aquella desagradable voz era mi supervisora. Ahora trabajaba en la fábrica. Suspiré. Cuánto había cambiado mi vida después de estos tres años... Nunca había imaginado mi futuro así cuando era niña.

El renacer de EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora