Capítulo 3

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Mi rostro se reflejaba tranquilo sobre la superficie lisa de un espejo. Mis ojos, incrédulos, me devolvían la mirada desde allí. Ya no eran negros ni marrones... ¡Ahora eran rosas!

No entendía cómo los había vuelto a tener así, ni como mi pelo había vuelto a ese tono blanco. Me di la vuelta, y busqué a mi marido. Debía de estar preguntándose demasiadas cosas. ¿Le contaba todo o sólo le daba largas? Era Angus... Le quería...

-Angus, tengo que confesarte algo -dije, sentándome al lado de mi marido-. Soy la Magia, siempre lo he sido, pero hace tiempo perdí mis poderes no sé bien como. Desde aquél trágico día, he llevado una vida como una humana apagada y te conocí. Así hasta el día de hoy cuando, no sé cómo, he... recuperado el rosado de mis ojos.

Tendría que habérselo contado antes, pero ¿cómo iba a saber que volvería ese color a mi? Sentía algo de culpa, y observé impotente como Angus salía de la sala, repitiendo una y otra vez que esto no podía ser verdad. Este cerró la puerta al irse. Me había quedado sola.

Una enorme pena me embargó, y tímidas lágrimas empezaron a brotar de mis ojos para acabar muriendo sobre mi regazo. Había perdido a la única persona que había querido, y todo por mentirle y ocultarle la verdad. Las horas pasaron mientras yo seguía llorando y pensando en qué había pasado; y acabé por tranquilizarme en el transcurso de la tarde.

La noche cayó e intenté darme un baño relajante. Me volví a poner frente al espejo para dejar libre mi pelo que llevaba sujeto en una alta coleta. Parecía que mis ojos estaban más brillantes que antes y, cuando me fijé bien, ¡había un hombre tras de mi!

Me giré para verle, un tanto asustada, y con sorpresa descubrí que era Milaniel el que detrás de mi estaba. Le abracé casi llorando, hacía demasiado que no le veía pero no pude pronunciar palabra alguna, él se me adelantó para preguntar por el color de mis ojos.

-Oh, sí, eso... No sé qué pasó, iba andando por la calle y, al llegar aquí ya había vuelto el rosado a ellos.

Me quedé un tanto sorprendida por su pregunta, después de tanto tiempo una pregunta así no tenía mucho sentido, mas por otra parte, era normal ya que se fue porque estos se apagaron. Susurró algo de lo que no pude llegar a comprender mucho, sólo palabras sueltas: Magia, Hécate, volver.

Intenté relacionarlas en mi mente con alguna frase, pero me volvió a interrumpir para decirla él.

-La primera Magia, Hécate, te ayudará a que tus poderes vuelvan. Solo espérala.

Tras estas palabras se marchó dejándome medio en shock, inmóvil. ¿Cómo que Hécate y mis poderes? ¿A qué he de esperar? Estaba siendo un pésimo día, no podía ser verdad. Todo aquello era una pesadilla, ¿verdad? Tenía que serlo...

Caí sobre el piso, derrotada. Ya no quería ducharme, solo tumbarme en la cama y dormir para que todo aquello acabase, esperando que todo hubiese sido un mal sueño.

Me encontraba en un largo pasillo, oscuro, no había ninguna luz por aquella zona y me orientaba solamente por el tacto. Empecé a recorrerlo hasta llegar a una sala bastante grande. Al entrar en esta, empezó a iluminarse, como si hubiese salido el sol; mas había salido debajo de mi. El suelo se había convertido en cristal, y había una estrella debajo de mi. Al mirar al cielo, vi la luna moviéndose y brillando. Las entradas y salidas de la sala se cerraron, y ante mi apareció una densa y oscura niebla. Esta empezó a condensarse hasta formar el cuerpo de una mujer a la que no podía ver la cara. Simplemente pronunció

Tu poder has desperdiciado

mostrando así tu desagrado

El renacer de EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora