Sus alas la arroparon de la fría lluvia que caía sobre ellos. Un sin sentido, un cuerpo vacío.
La guerra entre especies le había arrebatado lo que él más amaba, a ella, mujer y demonio de sus sueños. Desde un comienzo supieron que debían odiarse, eso es lo que les habían enseñado durante milenios: la batalla entre ángeles y demonios era cuestión de supervivencia.
Cada día eran muchos los que caían en el campo de batalla y ahora comprendía que todos ellos morían sin conocer realmente el motivo, sólo una causa perdida, un odio por lo diferente. Él mismo había sido parte del engaño, un ángel más luchando por miedo a morir pero luego llegó ella, su luz dentro de la oscuridad.
Nunca vio un ser más perfecto ante sus ojos, su sonrisa tímida, su piel de blanca porcelana, su mirada escarlata llena de un dolor tan profundo que hizo surgir de él la necesidad por protegerla y alejarla de la crueldad. Sólo eso necesitó para querer conocerla, para llegar a enamorarse del ser al que antes creía su enemigo.
El amor era su medio de supervivencia, huir y esconderse su día a día, pero todo tiene un fin cuando el mundo entero está en tu contra. Pronto comenzaron a ser perseguidos, su unión sólo era un error que debía ser eliminado de raíz como quien arranca una mala hierba.
Las palabras no eran suficientes, por más que las repitiesen, parecían llegar vacías de significado hasta sus hermanos. No había forma de escapar, sabían que la muerte se cernía sobre ellos, sobre la paz que habían logrado conocer a través de sus sentimientos, un callejón sin salida, arrinconados por ambos bandos. Y claro que llegó, aquella noche en mitad de la tormenta comenzaron a llegar los ataques: Los gritos, los haces de luz blanca y las bolas de fuego. Era cuestión de tiempo que uno de ellos fuese directo hacia nosotros, pero lo que no pude predecir fue su sacrificio.
Sonriente, usó su cuerpo como escudo. Su vida por la mía. Así fue como su cuerpo devastado por las llamas y la luz acabó entre mis brazos.
Me negaba a aceptar que ahora fuese únicamente un recipiente vacío, todavía sentía la calidez de sus besos en mis labios, el roce de sus caricias, la melodía de su risa...Entre recuerdos felices del ayer, la tristeza, el dolor y el amor me consumieron, mis alas en negras se convirtieron, su cuerpo en enredaderas negras tatuadas sobre mi cuerpo. Sin mirar atrás volé alto por el firmamento con las enredaderas latiendo en mi pecho. Mi alma por la suya.