42| Planetario de estrellas.

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42| Planetario de estrellas

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42| Planetario de estrellas.  


Dos días después y estamos de regreso en el hogar Berlusconi, la despedida de los D'Fiore fue una combinación de tristeza, nostalgia y amargura al menos esto último de mi parte. Porque a pesar de que Bianca no me hubiera sacado el tema de nuevo, sabía con solo echarle un vistazo y mirarla a los ojos que me seguía suplicando fervientemente que hablara con Damian para que este decidiera quedarse con ellos.

Y sé muy en mi interior que eso es lo correcto y lo que le hará bien. Aunque mi lado egoísta prefiriera que se quedara conmigo en Manhattan.

Se me rompería el corazón si Damian decide quedarse en Italia y no volver nunca más a Manhattan.

Se me rompería el corazón si él decide no regresar con su familia solo por mí.

Viendo ambas posibles elecciones, me doy cuenta que mi corazón está destinado a romperse de todas formas.

Solo es cosa de analizar cual dolería menos.

—Quinn, me duele mucho la panza—gimotea Luigi metiéndose a mi cuarto y distrayéndome. Sus manos van directo a su barriga y la soba con mucho cuidado. —Creo que fueron los caramelos.

—Como no van a ser los caramelos si te comiste todos los que guardábamos en la alacena —regaño, dejando de lado mis cosas para mirarlo. —¿Cómo vamos a encontrar una farmacia abierta en pleno ajetreo navideño? Es 20 de diciembre.

—Puede que uno de esos minimarket de veinticuatro horas esté abierto —supone.

—¿Y dónde están tus padres?

—Hace rato salieron a buscar una pero todavía no vuelven. Me duele mucho—gimotea de nuevo.

—Supongo que iré con Damian a buscar otra— murmuro, eso parece aliviarlo un poco, y luego de pedirle a Chiara que se encargue de cuidarlo, bajo las escaleras en busca del oji-gris.

Llevamos alrededor de dos horas y media dando vueltas por la ciudad cuando finalmente para nuestra suerte, vemos una farmacia con el cartelito "abierto" de color verde y conseguimos las pastillas que Luigi necesita. Espero inquita a que el oji-gris regrese al auto mientras muerdo mis uñas y miro por la ventana una y otra vez sin saber por qué es que demora tanto. Aunque, en realidad sí sé a qué se debe su demora: Auge navideño, la gente se vuelve loca en estas fiestas, todo es aprisa, premura y con urgencia. Me gustaría detener el tiempo y de esa forma descansar la cabeza un rato, fantaseo un poco con esa idea hasta que la puerta del conductor se abre y el cuerpo de Damian introduciéndose al coche me termina sacando de mis pensamientos.

Sé que tengo que decirle lo que me dijo su tía antes de despedirnos.

Pero la verdad es que no se me ocurre ni una mísera idea de cómo sacar el tema.

Cuando nos convirtamos en estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora