Capítulo 3

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Finalmente, el Sol cayó y la noche se hizo presente. Los licántropos salían de las aulas dispuestos a regresar a sus dormitorios para hablar tranquilamente de lo que habían hecho en ese día. Podrían estar en el jardín, pero todavía no querían estar junto a vampiros en un mismo lugar. Mientras salían estos, los vampiros esperaban en la puerta a que salieran para poder ir a sus aulas. Los ojos rojos de los vampiros destacaban en la oscuridad y parecían acechar a los licántropos mientras se retiraban.

Yuki se encontraba ya dentro, en la sala de profesores, hablando con uno de ellos. Era un hombre con el cabello negro y largo en melena, con los ojos rojos típicos de los vampiros.

–No lo entiendo. Si yo ya estoy aquí, ¿para qué mandas a Ren también?
–Porque tiene la misma edad que tú y también debería saber cómo establecer la paz.
–Pero padre, tu sucesora soy yo. Además, él tiene unas ideas muy radicales y no quiero que las contagie a los demás. No hace falta que él-
–¡Cállate Yuki! No tienes derecho a discutir mis decisiones. Tu hermano también estará en esta academia. Y punto final.
–Padre...
–Y ahora vete a clase. Una Hirai no debe incumplir sus obligaciones.
–De acuerdo...

Salió de la sala mientras se aguantaba las lágrimas. Ya tenía que soportar a su hermano el resto de su eterna vida, no quería tenerlo allí, donde se busca la paz y no la guerra. Ren siempre había estado a favor de las ideas de los Yunomaki. Buscaba el exterminio definitivo de los licántropos y la sumisión de otras especies al poder vampírico.

Regresó rápidamente a su habitación a por una libreta y un estuche que se había preparado. Cuando lo tuvo todo, fue tranquilamente a su aula mientras observaba el edificio. Su familia ya tenía hechos los planos desde hacía mucho tiempo. Ella era una niña pequeña cuando, durante una Guerra asesinaron a su madre. Desde ese momento, Yuki siempre ha intentado convencer a los vampiros de que la paz era mejor que la guerra, y que para evitar más muertes por ambas partes, tenía que ser definitiva. Ese edificio antes era un campamento de los vampiros, y ahora por fin había creado un camino hacia su objetivo.

Yuki entró en el aula y se sentó en tercera fila junto a la ventana. Al instante, todos se pusieron a discutir por sentarse a su lado. Unos pensaron que eso no serviría de nada y fueron a hablar con Yuki para que les dejara (a alguno de ellos) sentarse a su lado. Hacía caso omiso a las conversaciones y miró por la ventana. Los licántropos estaban en el jardín descansando del duro día de clase. Se fijó en Kaneki. Sonreía mientras hablaba con otro licántropo.

«Parece divertirse. Al menos tiene amigos...» pensó Yuki. Todo el mundo tiene respeto a los Hirai y, sobre todo, quieren entablar amistad con ellos. Sus amigos y amigas siempre han estado con ella por conveniencia. Sus padres eran familias también reconocidas y querían ser cercanos a los Hirai, qué mejor manera que mediante sus hijos...

Pero él... Había un pequeño vampiro que la trató siempre como una más. Un joven pelirrojo con los ojos bicolores con el que había creado algo más que una amistad.

–Yuta...

Iba a buscar a Yuta por la clase cuando escuchó cómo alguien se sentaba a su lado. Miró a aquella persona que estaba en el pupitre siguiente. Era una chica con el cabello negro, largo y liso, con los ojos rojos típicos de vampiros. Se quedó mirándola extrañada.

–Oh, perdona. Soy Sui Koizumi, encantada —le dijo tendiéndole una mano.
–Yuki Hirai. Conozco a tu familia. Recuerdo que una vez fui cuando falleció tu padre. Lo siento mucho.
–Nah, no pasa nada. Siento lo mismo por él aunque esté muerto.
–¿Amor?
–Odio. Soy la segunda hija y mi padre siempre ha tenido más aprecio a mi hermano antes que a mí.

Yuki no supo que decir. Nunca había conocido a nadie que le ocurriera eso. Y además, ésa era una manera extraña de intentar acercarse a ella por interés.

–Sin embargo, no me preocupa. Aquí estoy haciendo amigas. ¡Y soy feliz!
–Feliz...
–He visto que te estaba agobiando aquí tanta gente discutiendo por este sitio. Y he decidido sentarme yo para socializar, aunque no se me da muy bien.
–¿Tienes las mismas intenciones?
–¿Eh?

Sui miró a Yuki extrañada. Sabía que la gente se acercaba a ella por interés político y seguro estaba desconfiando de ella por ese motivo.

–¿En serio me tomas como una de estos seres que, por sentarte en un sitio ya te están maldiciendo mentalmente sin acordarse de que los vampiros podemos hacer eso? Bueno, pensándolo bien, creo que esa es su intención. Meh, da igual.

Yuki no pudo evitar contener una pequeña carcajada por los monólogos de la chica. Sui se sorprendió al oírla pero sonrió por su gesto.

–Seamos amigas. Podría alejar a toda esa gente que te quiere para presumir. Soy un repelente de burgueses.

La Hirai volvió a reír levemente para no llamar la atención. Miró a Sui con una gran sonrisa y asintió.

–Sí, seamos amigas.

En ese momento, entró el que sería el profesor de los vampiros. La sonrisa de Yuki fue desapareciendo poco a poco tras ver a esa persona allí. Seguidamente, entró el cabeza de familia de los Hirai y todos los presentes se pusieron en pie.

–Bienvenidos y bienvenidas. Me llamo Eiji Hirai y soy el director. Cómo sabréis, soy el cabeza de familia de los Hirai y fundador de esta academia. Bien, os presento a vuestro docente. Como todas las clases las daremos en esta misma aula, a excepción de las comunes de ambas razas, tendréis un único profesor. Él es Ren Hirai.
–Encantado de conoceros mis queridos alumnos.

Ren agachó la cabeza en modo de reverencia y, cuando la levantó, fijó su mirada en Yuki. Ella automáticamente apartó la mirada de su hermano y regresó a ver por la ventana. Sentía la fuerza de los ojos rojos de Ren observándola y cerró los ojos intentando concentrarse en olvidarse de su hermano.

–Bien, yo me retiro por el momento. Si necesitáis cualquier cosa, estaré en el despacho del director.

Y se fue del aula, no sin antes decirle a Yuki por telepatía:

«Ya sabes lo que te he dicho. No me hagas enfadar».

Ren se aseguró de que su padre se hubiera ido y se sentó sobre la mesa del profesor. Miró en silencio a todos los alumnos, ya sentados, con una sonrisa maliciosa. Junto sus manos haciendo un ruido de aplauso y las frotó.

–Bueno, pues ya habéis escuchado al jefe. Básicamente, mi modo de enseñanza va a ser de manera oral. ¿Pizarra? No la voy a usar. ¿Apuntes? Tampoco vais a necesitarlo. Haremos diálogo. Quiero saber vuestras opiniones y conocimientos de los temas de mi libro.
–¿Y tu opinión? ¿Cuál es? —dijo Yuki con enfado tras el discurso de Ren.
–¿Mi opinión? Yo pienso que todo esto es un sinsentido y que va a fracasar. El odio de los licántropos hacia nosotros no va a cesar, y nosotros no podemos dedicarnos toda nuestra eterna vida a cazar humanos u otros animales a cambio de los sacos de pulgas. Somos superiores a ellos y perfectamente podemos ponerlos a nuestro servicio.

Sui miraba a Yuki asustada por las palabras de Ren, pero vio que la Hirai estaba más asustada que ella. Sus ojos brillaban como si estuviera contuviendo lágrimas y mordía nerviosa su labio inferior, tanto que acabó haciéndose sangre.

–Pero bueno, ¿a quién le importa la opinión de un profesor? Cada uno sois libres de tener vuestra propia opinión sobre esto. De acuerdo, empecemos con la primera lección...

Todos los vampiros se pusieron a hablar entre ellos tras el discurso del Hirai. Se escuchaban cosas como "Tiene razón", "¿Y este qué hace de profesor?" e incluso "Deberíamos pensar todos como él". Yuki se llevó las manos a la cabeza y apoyó sus brazos en el pupitre. Estaba agobiada y sus pensamientos se habían paralizado. Sui, Al verla así, le acarició la espalda para intentar tranquilizarla.

–Estamos acabados.

Guerra Sangrienta (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora