Antes de darme cuenta el escenario había cambiado en su totalidad. Ahora me encontraba en un gran palacio que parecía haber sido sacado de una leyenda.—No puede ser, estoy en... —hablé asombrado mirando en todas direcciones.
—En el castillo Beltzequer —completó la oración en mi lugar.
—Esto es imposible. No puede ser real, digo, este lugar es un simple cuento para niños.
—De cierta manera tienes razón, en tu realidad no existe. Pero, no estamos en tu realidad o ¿sí? —comenzó a caminar por el inmenso corredor que quedaba delante de nosotros— Además, recuerda que todo cuento esconde un poco de verdad en sus palabras —continuó hablando sin detener su paso.
La historia de este castillo la conocí por mi madre, quien siempre me relataba historias del pasado, leyendas que se mantenían vivas a ser conectadas por las madres a sus hijos. Mi favorita, casualmente, era esta que hablaba sobre los guardianes del portal de la vida y la muerte.
— Y exactamente ¿Qué hacemos aquí? —pregunté cruzándome de brazos.
–No mucho.
La seguí en silencio un par de pasos, hasta que vino a mi mente el recuerdo de mi última experiencia en sueños como estos. No había sido nada grato haber pasado por ese malestar que me acompañó un par de días.
–Espera, ¿esta vez volverás a intentar matarme como la última vez?
–¿Matarte? –detuvo su andar de forma abrupta para voltear a mirarme con el ceño fruncido.
–La última estuve a punto de morir después de que desperté de mi última travesía contigo –argumenté sosteniéndole la mirada.
–Esta vez te he traído en físico –comenzó a explicar volviendo a continuar su recorrido–, lo que te permite estar aquí sin atentar contra tu vida, además, no está en mis planes volver a ser reprendida por Kara.
Mientras la seguía, la inusual decoración del lugar llamó mi atención. Todas las pinturas tenían los rostros borrados, los monumentos estaban destruidos de las cabezas y manos, la iluminación no era con velas o antorchas, el fuego se encontraba suspendido de forma mágica en el techo en un peculiar tono verde y, por último, estaba la extrañeza de no ver a ningún otro ser vivo, era como si estuviéramos solos.
–¿No hay más personas en este lugar? –pregunté lleno de curiosidad.
–Este lugar ha estado abandonado, hasta cierto punto, desde hace 50 o 60 años, no lo recuerdo exactamente respondió sin detenerse o mínimo mirarme.
–¿Cómo que hasta cierto punto?
–Ya lo entenderás –dijo mirándome por encima de su hombro divertida–. Espera aquí –ordenó para después caminar en dirección a una de las tantas puertas que tenía el interminable corredor, su apariencia comenzó a cambiar conforme avanzaba a la puerta. poco a poco fue tomando una forma humana, su cabello se volvió rojiza y su ropaje se ocultó bajo una decorada capa tinta. Parecía una especie de bruja.
Una puerta entreabierta logró llamar mi atención lo suficiente para que intentase ver el interior sin moverme de lugar. Me pareció ver alguien dentro. Guiado por mi gran curiosidad decidí entrar. Era una sala de trono, las paredes estaban cubiertas por un tapiz tinto con ligeras líneas blancas similares a ramas de árboles, con columnas de mármol puro, incluso el techo tenía tela fina y delgada que hacía juego con todo el lugar en sí.
Miré en mi rededor, pero no encontré a nadie en aquel salón. Sentí desilusión al comprobar que estaba solo, hasta que comencé a ver imágenes fantasmales de animales, personas y semi-humanos apareciendo fugazmente, hablando entre sí, avanzando de un lado a otro o simplemente parados en un sólo lugar.
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Los Beltza
FantasyLos relatos de esta historia darán inicio con una serie de extraños asesinatos que comenzaron a causar pánico entre los habitantes del reino. Él o los culpables caminan en libertad como seres inocentes sin dejar en claro su finalidad al hacer tales...