Capítulo 29

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Miraba a mi padre temeroso de lo que podría hacer al saber que Eiliv no era humana, pero en su lugar, solo pidió con desespero que la llevaran a sus aposentos y que recibiera atención inmediatamente.

Me quedé parado como idiota en mi lugar. Todos los presentes habías visto como una "humana" se había convertido en un lobo y eso no parecía algo extraordinario o inusual.

–¿Qué ocurre, príncipe? –preguntó Arredian divertido– Parece que ha visto a la muerte misma.

–Solo pensé que mi padre haría algo más –respondí soltando el aire que había estado conteniendo de manera inconsciente.

Arredian comenzó a reír con fuerza, incluso parecía haber perdido la cordura.

–Aún me sorprendo de mi propia genialidad para tomar lo que me robaron –comentó tomando una postura más seria, pero con una sonrisa aun en sus labios.

–¿Lo que te robaron? –pregunté tratando de entender las palabras que para mí carecían de sentido.

–No le tomes importancia a mis palabras. Sólo quería expresar mi alegría al ver el desarrollo de todo esto. Es increíble cómo se puede crear algo así, tirando únicamente de un par de hilos.

–¿Que ganas con ello? –pregunté sin comprender aún el trasfondo de sus palabras.

–¿Ganar? –cuestionó sonriente– Mi querido príncipe, yo ya lo he ganado todo. Ahora sólo me queda sentarme y ver en primera fila la gran presentación del acto final.

–No entiendo de que estas hablando.

–De mi magnífico plan que dará comienzo a un mundo mejor –hablaba como si deseara ser un conquistador o como si ya lo fuera–, pero, me temo que has estado metiendo tanto la nariz donde no te llaman que tendré que eliminarte si quiero ver el final del acto sin interrupciones.

–¡Basta, Arredian! –gritó Eiliv desde una distancia considerable nuevamente en su forma humana.

–Cierra la maldita boca y arrodíllate ante mí, Eiliv –ordenó mirándola.

Con un rostro lleno de rabia, se inclinó ante él.

–Dije: arrodíllate –reiteró tomándola con fuerza de la cabeza para que se arrodillara.

–¿Qué diablos intentas demostrar humillándola? –cuestioné furioso por ver cómo la trataba.

–Así que al príncipe le molesta el trato tan cariñoso que le dio a mi sirvienta –parecía estar complacido con la situación–. Esto, solo es para que entiendas que ella obedecerá cada una de mis órdenes, aun si no quiere hacerlas –devolvió su atención a ella–. Levántate –esperó a que estuviera nuevamente en pie, y prosiguió–. Dentro de tres días te ordeno matar al Príncipe Kristoff Svetovod y traerme su cabeza como evidencia de tu trabajo...

–¿Qué...? –la palabra escapó de mis labios como un susurro.

Miré a mi alrededor en busca de ayuda, pero todos parecían ignorarnos, era como si no estuviéramos ahí.

–No te preocupes, ninguno de ellos nos escucha. Ya me he encargado de esos pormenores. Y descuida, ya inventaré una buena muerte, digna de un príncipe, aunque ya has sido bastante mediocre en vida.

–Espero no te arrepientas del plazo que me estás dando –lo amenacé intentado actuar calmado a pesar de sentir como el miedo y la desesperación me carcomía por dentro.

–Es sólo por diversión –argumentó–. Resulta entretenido ver el estrés y la desesperación que se crea en las personas al saber la hora de su muerte.

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