Funesto

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-Ya me estoy desesperando, ¡quiero llegar a ese bendito pueblo!- empieza a gritarme, pero ¿ es que no puede esperar?.
- falta poco Ydal, cálmate que me harás perder el control de la motocicleta- necesito llegar cuanto antes a ese pueblo, necesito descansar, Ydal necesita calmarse.
Mientras conduzco hacia el siguiente pueblo, calmo a Ydal contándole las veces que soñaba con escapar, apartarme de esta sociedad; esta sociedad controlada, esta sociedad marginada, siempre he querido volar pero nunca pensé que lo iba a hacer con esta mujer  y tengo resiliencia de ella.
Me sumerjo en mis pensamientos sin darme cuenta del camino, sin darme cuenta que estoy conduciendo muy veloz, sin darme cuenta que el camino se termina.
Trato de frenar para no estrellarme contra los árboles que están en el camino y pierdo el control de la motocicleta, las llantas empiezan a patinar sobre la pista, siento que Ydal cae de la motocicleta golpeándose el cuerpo y rayándose los brazos, y en ese instante de un momento a otro yo también estoy en el suelo, con el codo ensangrentado y con raspones en los brazos.
Me levanto al instante para ayudar a Ydal, hay sangre por el suelo y veo que tiene el tobillo fracturado; no me importa el dolor que tengo y hago el esfuerzo para levantar a Ydal, por suerte a medio kilómetro está el pueblo; Ydal está desmayada y acelero el paso para llegar cuanto antes, paso por el letrero que da la bienvenida al pueblo "Von Humboldt" y busco el local de emergencias, lo encuentro y veo que hay mucha gente, trato de pedir ayuda para que atiendan a Ydal cuanto antes, en eso los enfermeros se acercan con una camilla, con cuidado la colocamos sobre ella y se la llevan.
Estoy arrepentido por mi imprudencia, es mi culpa, Ydal está grave por mi culpa y no se lo que me podría hacer si le pasara algo peor, ella quien no duda de mi y yo siempre me he estado preguntando si en verdad vale la pena, pues si, ella vale la pena, y me doy cuenta que a pesar de todo ella estará a mi lado pasando cosas como esta.

Hace un año en la escuela
Los días pasan, ya hablamos a seguido sin nerviosismo y con un poco de confianza, cuando estoy cerca de ella mi nictofilia desaparece y su resiliencia me impresiona, ella es inocente y yo soy renuente.
El comedor se convirtió  en nuestro punto de encuentro a diario, hablamos de nuestras malas experiencias y en eso le cuento que me gusta escribir versos respecto a ellas.
Cada día que pasa hace que mi limerencia crezca y su resiliencia superfluo, espero que se de cuenta que estoy cambiando mi actitud por ella, por mi lucero.

Tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora