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—Estoy esperando un hijo tuyo.
Dijo Sung Kyu en voz baja, pero firme. Había practicado la mayor parte de la noche la forma en que iba a darle la noticia a su novio: Lee Ho Won.
—¿Qué?
La perplejidad era absoluta en el atractivo rostro del joven, al cual todos conocían como Hoya.
—Déjame explicarte, por favor —repuso Sung Kyu rápidamente, sabiendo de antemano lo imbécil que había sido al no contarle la verdad—. Sé que parecerá demencial, pero...
—Los hombres no pueden tener hijos —le cortó Hoya con violencia—. No sé que clase de estúpida broma sea esta, pero te exijo que pares.
—No es ninguna broma.
Susurró Sung Kyu, dolido ante la frialdad del hombre al cual se había entregado completamente.
—¿Qué dijiste?
—Que no es ninguna broma. Yo realmente estoy esperando un hijo tuyo.
Hoya lo tomó del brazo con brusquedad. No era la primera vez que lo maltrataba en los cinco meses que llevaban de relación, pero si fue la primera vez que Sung Kyu no tuvo miedo, apartándole para que no le hiciera daño. Y era que ya no se trataba sólo de él. Ahora tenía que pensar también en su hijo.
—Kim Sung Kyu...
—Soy un doncel.
Exclamó el aludido, pero asegurándose de mantener sus distancias con el otro. Estaba visto que ni siquiera por estar en la vía pública Hoya se contendría.
—¿Un qué?
—Un doncel.
Repitió Sung Kyu y, tras soltar un suspiro, procedió a contarle todo aquello que hubiese deseado nunca decirle. Su rara condición: poseía ambos aparatos reproductores, el masculino por fuera y el femenino por dentro. Lo habían descubierto cuando era un niño, pero los médicos le habían asegurado a sus padres que eso no le impediría llevar su vida con normalidad. Y así había sido, el muchacho optando por guardar el secreto.
No era un fenómeno, ni una monstruosidad, pero tampoco tenía porque andar contándole al mundo sobre su vida.
Habría creído que sería así siempre, que podría ser "normal" hasta que conoció a Hoya, el cual había puesto todo su empeño en enamorarlo, aún si había una parte de Sung Kyu que solía pensar que su novio no le amaba realmente.
Pero en aquellos momentos eso era lo de menos. Iban a ser padres y...
—Asqueroso.
La voz cargada de rabia de su novio le llegó a los oídos, cortando su explicación de tajo, sus palabras inútiles al intentar convencerle de que era algo natural, que su cuerpo estaba apto para dar vida...
—Hoya.
—Tú eres asqueroso, Sung Kyu.
—Espera.
Intentó el joven de pequeños ojos al notar como su novio se daba la vuelta para marcharse.
—Cállate, no tengo nada que hablar contigo, maldito fenómeno.
Sung Kyu calló al escucharle decir esas crueles e hirientes palabras.
—Puedes irte olvidando de mi, Kim Sung Kyu —siguió el chico —y en cuanto al engendro ese que esperas... deberías hacerle un favor al mundo y deshacerte de él.
Y Hoya se marchó, dejando a Sung Kyu inmóvil, con el dolor impregnado en su hermoso rostro, pero sin llorar. Desde que supiera sobre su estado, dos semanas atrás, era consciente de que las cosas terminarían así.
Pero él no era ningún monstruo y su pequeño no era ningún engendro. Su madre siempre se lo había dicho. No era un monstruo. Y tampoco era asqueroso. Él sólo... él sólo...
Y gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Lágrimas de enojo, de impotencia. Porque sabía que mucho de aquello era su culpa, sabía que debió decirle la verdad a Hoya desde el principio.
Sung Kyu aguardó en el sitio diez minutos más, dejando a su respiración normalizarse, limpiando su rostro con un pañuelo. En su estado no eran convenientes ese tipo de emociones.
Sería un padre soltero, porque jamás le había pasado por la cabeza la idea de abortar. Aún si no era fruto de un verdadero amor Sung Kyu le amaba con cada parte de su ser.
Se dio la vuelta, yendo al lado contrario al que había ido Hoya.
Y lo que ocurrió a continuación fue tan rápido que Sung Kyu apenas tuvo tiempo de gritar, cayendo de rodillas cuando aquel vehículo se detuvo a escasos centímetros de él. A poco de golpearlo.
Escuchó la portezuela del auto abrirse antes de que sus ojos se encontraran de frente con un atractivo chico de labios gruesos y cabello rubio, el cual le miraba con preocupación.
—¿Estás bien?

Doncel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora