La incertidumbre era algo que pocas veces permitía en su vida. Sin embargo, ella sabía que no todo debía de conocer. Las reglas de la vida se habían escrito para joder de vez en cuando. Si quería podía evitar todo aquello, pero aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, ahí estaba con las ganas tremendas de hacer una locura.
Su mente era un torbellino de ideas. Siempre imaginando y muy pocas veces yendo al grado. Era cobarde, de hecho era alguien que no soportaba el dolor de aquellas verdades que no eran a su favor. Y por mucho que deseaba liberar su mente, prefería el silencio, a escuchar un rechazo.
Despertó como siempre en plena madrugada. Nunca sabía la razón de su desvelo, pero estaba en lo correcto cuando veía esa sombra entre sabanas a su lado, ella le robaba el sueño.
Era una magnifica sensación. Si, de esas cuando sin querer, de repente llegan a extasiar tu mente.
Así de traicionera era su vida. Como cuando pones un enorme tazón de dulces y te encuentras a dieta.
Así de cruel era. Totalmente horrible.
No se lo explicaba, en realidad no había algo que explicar. Por su mente pasaban cosas que no podía entender.
Ella solía ir en círculos. Siempre regresando al principio de sus problemas: el silencio.
Probablemente estaba en lo cierto. Su increíble inteligencia la estaba envolviendo y solo pocos sabían, que su talón de Aquiles, siempre fueron aquellos de mente brillante.
Era totalmente domable.
Se reía de sí misma. Era una gracia para los que estaban con ella poder ver el entusiasmo con el que hablaba.
Siempre que preguntaban la razón, solo se limitaba a mirar al teléfono y esperar ese mensaje. – "Hola" -Si era obra divina... ya se estaba volviendo en pecado.
-Bueno – pensó – El infierno no parece tan mala idea.
Tenía placeres raros. Sus gustos nunca fueron comunes. Siempre era juzgada por no ser parte de lo común y quizá por esa razón, al estudiar sus letras, se daba cuenta que la estaba asustando.
Tenía, muy a su pesar, el maravilloso don de suponer, alejar y lastimar.
Casi nunca recordaba lo mal que salían las cosas cuando se precipitaba. Pero le era imposible guardar la calma. Todo su cuerpo vibraba, todos sus sentidos se volvían locos. Y más grande era su locura cuando la escuchaba hablar. Ella adoraba el sonido de su risa y esa forma en que arrugaba la nariz. Le era sumamente adorable cuando expresaba cosas de las que no entendía nada. A veces su lenguaje era difícil de comprender y aunque la mayoría de las veces en su cabeza había una incógnita, siempre se esforzaba por seguir su ritmo y siempre terminaba observándola con detalle.
¿Maldita o bendita la hora?
Ambas.
Y le gustaba eso. Ser masoquista era un placer infinito.
Pero... ¿Qué era eso que sintió cuando noto el roce de su brazo con el suyo?
Caray.
¿Y así pretendía mantener la calma?
¿Así? ¿Sintiendo el calor de su cuerpo, quemando esos centímetros de su piel?
El calor que emanaba de ella era reconfortante. Una sensación que tenía que confesar, jamás había sentido en su vida.
¿Qué era eso? ¿Cómo podía expresarlo?
Ella sentía quemarse. Ella sentía evaporar su voluntad a cada segundo que pasaba. Ella luchaba por no sobrepasar los límites. Ella sufría, pero era un placer ese sufrimiento.
Parecía lava ardiendo. Esa sensación burbujeante, hirviendo y consumiendo la poca cordura que le quedaba.
Definitivamente ella no era buena para eso.
¿Cómo frenas a las personas así?
Como es posible que una mano tan cerca, se haga inalcanzable.
Inalcanzable como las estrellas en el firmamento. Pero tan bellas, que cuando las miras, tu corazón se llena de dicha. Así eran sus ojos, como dos pequeñas estrellas en el cielo.
Esto no iba nada bien.
¿Y si...?
¡No!
¿O sí?
La idea aterraba. Le reconfortaba, pero le aterraba hasta lo más profundo de sus huesos. Se clava en sus entrañas y rogaba secretamente que no alcanzara las palabras que amenazaban con salir de su boca.
-Por favor, no le cuentas a nadie lo que estoy sintiendo...
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Del otro lado del telefono
RomanceY un dia, se tomo el tiempo de admirar su inteligencia y para su mala o buena fortuna, termino encontrando lo que tanto habia querido. Ella era su musa, del otro lado del telefono. Para Yas...