Parte 3

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Tumbado en la cama, Piero se conectó a Facebook. Encendió la pequeña luz de la mesilla de noche. Esperaba que fuera suficiente. Quería que el vídeo se viera, pero no que todo el mundo se diera cuenta de que había estado llorando. Sobre todo, no quería preocupar a su madre. Se aclaró la voz antes de empezar, pero aun así la primera frase sonó extraña.

- Hola a todos. Buenas noches a los de esta parte del mundo y buenos días a los demás... Da igual. Este es un vídeo un poco especial. No sé, hoy estoy melancólico. Sé que os he dado las gracias muchas veces por estar ahí, pero creo que todas las veces que lo haga serán pocas. Cuando os digo que os quiero, que os aprecio, lo digo de verdad. Os prometo que soy sincero. Y es curioso que sea capaz de decirle te quiero a un desconocido... Sí, porque habéis hecho mucho por mí, pero no sé vuestros nombres, ni conozco vuestras caras... Sois desconocidos y sin embargo os digo que os quiero, cuando a veces me cuesta decírselo a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos... No es fácil decir te quiero, ¿verdad? Aunque no debería serlo... Vivimos en un mundo extraño. A veces nos preocupamos por cosas que no tienen importancia y descuidamos las que importan de verdad... Chicos, si tenéis una persona al lado ahora mismo, una persona a la que queráis... decídselo, ¿vale? Por mí, por vosotros, por ellos. Buenas noches y gracias por estar ahí desde todas partes del planeta... Os quiero.

Piero paró la grabación y hundió la cabeza en la almohada. Ignazio tardó dos minutos y medio en llamar a la puerta.

- Estás enganchadísimo al móvil – dijo Ignazio aún bajo el dintel.

- Y tú deberías usar más y mejor las redes sociales. Es parte de tu trabajo.

- Y eres un exhibicionista, no hacía falta este numerito.

- Lo de las salchichas también ha sido muy sutil.

- ¿Tenías que colgarlo en Internet? Estoy en la habitación de al lado, ¿sabes? Si tenías algo que decirme podías haber llamado a la puerta.

- Soy así, ya lo sabes.

- De buena gana te abofeteaba la cara por todo lo que me haces sufrir.

- Lo siento.

- Sí, eso ya me lo has dicho antes.

- Lo siento y... Te quiero, Igna, joder, lo sabes. Te quiero.

- ¿Cómo quieres a tus fans?

- Como nunca he querido a nadie.

- ¿Te he contado que estoy teniendo problemas de oído últimamente? Vas a tener que acercarte, no te oigo bien.

Piero rodeó el cuello de Ignazio con los brazos.

- ¿Te lo susurro al oído?

- Te lo ruego.

- Te quiero.

- Otra vez.

- Te quiero. Y siento no habértelo dicho antes. Soy idiota.

- Sí, lo eres. Y mucho. Eres un capullo integral. – lo cogió por la cintura y lo atrajo hacia él. Cerró la puerta con el pie mientras entraba en la habitación - Vale, fin del castigo.

- Y ahora, ¿qué?

- No tengo ni idea. De momento, bésame.


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