Capítulo 7

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Capítulo 7

Alrededor de mediodía, los estandartes del Bosque y el Lago se levantaron de nuevo. La gloria de los elfos se volvió a alzar aquel día, filias y filas de elfos perfectamente armados y alineados, con los yelmos en alto y las lanzas a sus costados; con las miradas mortalmente frías.

Los escuadrones comenzaron a abrir paso a dos caballos, admirados, los enanos vieron que no eran otros que Bardo y el Rey Elfo; ambos montando con gallardía, Bardo sobre un formidable equino blanco y Thranduil sobre su imponente ciervo.

Una rauda flecha choco contra la firme piedra de la escalinata rozando los pies del ciervo, apenas el Thranduil y Bardo quedaron completamente expuestos. Con su porte característico Thranduil simplemente le sostuvo la mirada.

—¡Voy a poner la siguiente entre tus ojos! —amenazo Thorin un tensando el arco.

La compañía de Thorin pronto comienza a vitorear el que su Rey dejara sin palabras a orgullo hijo de Oropher. Con un movimiento tan rápido que los ojos humanos jamás alcanzarían a seguir, Thranduil indico a sus centenares de arqueros que apuntaran a la montaña.

Esta vez es Thranduil quien observa con mofa como todos aquello sucios enanos esconden la cabeza tras la muralla... menos uno que continua amenazándolo sin inmutarse un poco ante la inminente muerte; con otro mohín del Rey Elfo, los arqueros regresaron sus flechas al carcaj.

—Venimos a decirte: el pago de tu deuda ha sido ofrecido —comenzó a decir Thranduil despreocupado y con cierta sorna en la mirada— y aceptado —soltó sus palabras haciendo que sobre ella callera todo el peso de la "humillación" que había sufrido a manos del Rey Bajo la Montaña.

—¿Cual pago? —tal como lo esperaba Thranduil, rápidamente Thorin se vio confundido y desesperado— yo no les di nada, ¡No tiene nada!

—Tenemos esto —Bardo saco de su chaqueta sin el menor cuidado la Piedra del Arca, la luz brotó de la mano del barquero, brillante y blanca en la mañana.

Thorin se quedó entonces mudo de asombro y confusión. Nadie dijo nada por largo rato.

—Tienen la Piedra del Arca —el susurro de Kili rompió el silencio— ¡ladrones! —grito con cólera— ¿Cómo es que tienen la reliquia de nuestra gente, ladrones? ¡Esa piedra le pertenece al rey!

Luego Thorin habló, con una voz ronca de cólera. —Esa piedra fue de mi padre y es mía —dijo haciendo eco de las palabras de su sobrino—. ¿Por qué habría de comprar lo que me pertenece? —Sin embargo, el asombro lo venció a fin y añadió: —Pero ¿cómo habéis obtenido la reliquia de mi casa, si es necesario hacer esa pregunta a unos ladrones?

—No somos ladrones —respondió Bardo— Lo tuyo te lo devolveremos a cambio de lo nuestro.

—Nos creen unos ingenuos —susurro a su compañía y luego girándose de nuevo a los impostores añadió—: es un señuelo, ¡Una mentira sucia! La piedra del arca esta en esta montaña ¡es un truco! —gritó Thorin cada vez más furioso.

—No es un truco —chilló Bilbo, que espiaba desde el parapeto, ahora con un horrible pavor—. La piedra es real... yo... les di la piedra —confeso tímidamente.

—Tú —la tristeza y decepción en la mirada de Thorin fue genuina, no podía creer lo que escuchaba, su estimado Bilbo...

—La considere mi parte del tesoro —continuo diciendo armándose de valor.

—Te atreviste a robarme —continuaba escéptico, pero poco a poco la furia comenzó a suplir su decepción.

—A robarte, no —consiguió reunir toda su entereza—. No, talvez me llamen saqueador pero me considero honesto, estoy dispuesto a ceder lo que me corresponde...

El encuentro de las NubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora