5- Edward Allen (de "Por Navidad quiero unos nudillos nuevos")

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Respiro hondo, sentado en la mesa del bar. En mis manos está el cuaderno con las esquinas de un par de hojas dobladas.

Edward empuja la puerta del bar y la deja cerrarse detrás de él. Se arremanga las mangas del viejo abrigo y se frota la enrojecida nariz mientras repasa el local hasta dar conmigo. Se acerca mirando de reojo los presentes, preguntándose si algo delataría su condición de difunto. No parece un bar fino, así que quizás no. No ofrece su mejor aspecto, pero bueno, otras veces ha ido peor.

—Hey —carraspea, de pie enfrente la mesa—. ¿Hayden?

Alzo la cabeza hacia el recién llegado y asiento.

—Tú debes ser Edward, si no me equivoco. Acércate. —Le examino con la mirada mientras el camarero acude a la mesa para saber qué queríamos. Parece un tipo normal.

—Mhm. —Asiente, dejándose caer en la silla de enfrente y fingiendo leer la carta—. Un placer.

—Para mí el té de siempre, Harry.

Miro a mi invitado alzando las cejas.

—Una pinta. No me importa la marca, con que sea fuerte me vale. —Cuando el camarero se ha ido, rebusca en los bolsillos y deja sobre la mesa varias coronas noruegas y marcos alemanes, de los de la posguerra. Frunce el ceño—. Vaya, no hay libras. Bueno, de todos modos no creo que vuelva por aquí.

Miro de reojo las monedas mostradas, atónito.

—¿No tienes libras? ¿Has venido a Londres sin libras? —Mientras hablo, levanto entre mis dedos un marco alemán, flipando.

Edward se encoge de hombros.

—Es que he venido directo. No he podido pasar por el banco.

El camarero llega con las bebidas y pago por Edward para evitar malentendidos. Edward hace una mueca. Se siente un poco (tampoco mucho) culpable.

—Bien. Formas parte de mi proyecto social, así que vamos a empezar la entrevista. ¿Cuál es tu nombre completo?

—Edward Allen. Bueno, mi segundo nombre es Paul, pero nunca lo he usado.

—Vale. ¿Edad?

—¿En qué año estamos? Morí en 2014 con 26. —Casi consigue decirlo con indiferencia. Casi.

El boli se queda en el aire, suspendido.

—Ya estamos con el vacile. —Le miro de reojo—. No me estás asustando, ¿eh? Y hueles muy bien como para estar muerto —comento burlonamente.

No puede evitar una sonrisa ante aquella reacción.

—Sí, Allegra me obligó a ducharme hace un par de días. Y está bien, que los vivos sigáis siendo escépticos. —La sonrisa se vuelve amarga y da un trago—. Que cerveza más bonita, mira que poca espuma —comenta pensativamente—. Seguro que en el paraíso todas son así.

Frunzo el ceño ante los comentarios del extraño tipo.

—Londres dista mucho de ser el paraíso.

—Ya, está lleno de ingleses.

—Capitán obvio ataca de nuevo. Sí, bueno, pero ingleses es lo de menos. Se ha vuelto un puto circo de guiris. —Bebo—. Y eh... ¿Quién es Allegra? ¿Y por qué obliga a ducharse a un tipo de 26 años?

Suspira.

—Allegra es una chica. —Hace una pausa para reflexionar sobre qué decir—. También está muerta, claro. Es muy guapa. Y frágil. ¿Sabes la gente que no se merece que le pasen cosas malas? Pues Allegra es una de esas personas. —Otra pausa. Contempla la mesa con expresión ausente—. Aunque a veces me pone de los nervios. Y yo qué sé, a veces se me olvida hacerlo —acaba, a la defensiva.

Tea Time: Entrevistas a tus personajes (CERRADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora