Capítulo 3.

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CAPÍTULO 3. 

Todo aquello, por más que me esforzara en rogar, no era una broma pesada. Realmente los cuatros chicos se dirigían al mismo sitio que yo. Al menos eso intuí cuando arrastré la maleta por la estación siendo precedida por ellos.

Connor se había proclamado, de alguna forma, mi sombra. Se dedicaba a hablar conmigo, lo que agradecía por el simple hecho de no tener que mirar la espalda de Lucas que caminaba silencioso por delante de mí.

Era un chico extraño. Excesivamente callado. O tal vez es que no le caía bien, por lo que ni se molestaba en hablarme.

El traqueteo de la maleta azul que avanzaba golpeándome los talones era el único sonido, a parte de la conversación de Connor, a la que pretendía prestar atención.

—¿Vas a ir a un piso de estudiantes o te quedarás por el campus?

Atrapé un mechón de mi cabello tras la oreja antes de responder:

—En el campus. ¿Vosotros?

Connor sonrió con una sonrisa que, a pesar del poco tiempo que le conocía, parecía habitual.

—En una fraternidad cercana al recinto.

Asentí y di un tirón a las ruedas que se habían quedado encajadas en las grietas de la calle. En mis planes figuraba coger la línea directa de la estación a la universidad. La inercia del tirón me obligó a trastabillar, golpeando ligeramente en el hombro a Lucas. Este solo me miró con cara de pocos amigos antes de volver a encerrarse en su hermético mundo.

Apreté los labios con fastidio. Vale, no le caía bien, era oficial. Pero al menos podía tener la consideración de no mirarme con cara de asco.

Me prometí a mí misma que no debería importarme lo que un extraño opinase. Nunca antes lo había hecho, ¿por qué empezar justo ahora a importunarme por lo que a los demás les apeteciese?

Mira, que le den.

Connor, al corriente de todo lo que giraba frenéticamente en el interior de mi cabeza, decidió intervenir.

—Bueno ¿y qué vas a estudiar?

Aparté la vista del horario de la parada para fijarme en él.

—Vengo para estudiar Periodismo.

Él asintió, como si me respuesta le encajase en algo. Se disponía a hablar cuando el chico castaño, Andrew, se interpuso entre ambos y le pasó un brazo por los hombros.

—Tío, tenemos que irnos — avisó y comenzó a tirotear de él — Ha sido un placer conocerte, Clary.

—¡Nos veremos! — Vociferó Connor soltándose del agarre y golpeando a Andrew en el hombro.

Los contemplé marcharse Dios sabe donde. Eran unos chicos un tanto extraño, bueno, unos más que otros.

Sacudí la cabeza y me forcé a concentrarme en otra cosa. Saqué la agenda que había confraternizado con la bota de Lucas y la miré por un par de segundos con un extraño cosquilleo en los dedos.

El sonido del autobús despertó a mi mente de la pausa que voluntariamente había adquirido. Cabeceando empujé la maleta tras de mí.

Ya era hora de conocer la universidad donde pasaría los próximos años de mi vida. Según la mayoría de gente, los mejores.

Al parecer ellos no habían tratado anteriormente con las contradicciones que solo un par de horas después de abandonar mi hogar, me había encontrado.

***

Intimidante.

Es lo primero que rezuma el enorme edificio. Me temblaban los dedos mientras aferraba el papel que oficialmente me matriculaba en aquel lugar. Respiré tranquila cuando hube hecho todos los trámites y sólo me quedaba ir a la habitación, darme una ducha que consiguiese relajarme y organizarlo todo para el día siguiente.

La puerta 123 me esperaba cerrada con llave, tal y como esperaba. Me tomé un tiempo para mirar el número, era sencillo y terriblemente fácil de recordar.

La habitación no era, lo que se decía, espaciosa, pero tenía todo lo necesario, era sencilla y funcional, como yo. La otra cama solitaria arrinconada contra la pared (al llegar la primera me había decantado por la que se encontraba bajo la ventana) estaba tan vacía que comencé a elucubrar sobre la identidad de su ocupante.

Aunque me había prometido un tiempo de relajación merecido no pude evitar abrir el cuaderno y comenzar a garabatear como una psicópata todo lo que me pasaba. Escribí una simple nota que pensaba cumplir:No relacionarme con Lucas Griffin en la medida de lo posible.

Siempre cumplía mis propósitos, sobre todo, los que quedaban reflejados en aquel cuaderno. Jamás hubiese pensado que fuese, precisamente en aquel, el que iba a cambiarlo todo.

Absolutamente todo en mi vida.

****

El ruido de la puerta al azotar la pared fue la principal razón por la que fui arrancada cruelmente del mundo de los sueños. Había vuelto a quedarme dormida, con el cuaderno contra el pecho fantaseando en cosas que apenas podía recordar.

Una chica de pelo corto, rizado y castaño irrumpió en el dormitorio. Traía con ella una pesada maleta que abultaba más que ella. Con un suspiro se dejó caer en la cama de enfrente y se quitó los tacones. Mientras se frotaba el pie con los ojos entrecerrados de placer, me habló:

 —Hola, tú debes ser Clarissa.

 —Clary. ¿Y tú Annabeth?

Ella sonrió mostrando dos pequeños hoyuelos.

 —Anne, por favor.

Dejó de pasarse los dedos por la planta de los pies y lanzó los tacones debajo de la cama. Yo, por mi parte seguía acostada de perfil con el cabello pelirrojo revuelto sobre la almohada y el cuaderno muy cerca de mí. 

 —¿No crees qué es demasiado pronto para dormir?

 —Estaba descansando la vista. Solo llevaba diez minutos dormida — Murmuré incorporándome y dejando la libreta sobre el colchón.

Anne asintió poco convencida y se agachó para hurgar en su equipaje.

 —¿Fumas?

Parpadeé confundida.

 —No.

—¿Te drogas?

 —No.

 —¿Tienes orgías continuas en la habitación?

 —¡Santo cielo!¡No! — Contesté mirándola como si le hubiese ido la pinza.

La chica se volvió a incorporar y me miró con atención, como si me estudiase a fondo.

 —¿Novio?¿Amigo con derecho a roce?

Negué reiteradas veces con la cabeza.

 Anne sonrió con amplitud y me tendió la mano.

 —Pues entonces no llevaremos muy bien tú y yo.

Por un segundo dejé que su mano se quedase inerte extendida frente a mis narices mientras valoraba los principales trastornos que podía sufrir mi compañera. Terminé sonriendo y dándole la mano.

 —Espero que tú tampoco hagas todo lo que me has preguntado.

Anne me guiñó un ojo. 

Dangerous.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora