Uno tras otro, ¡Todos perdían! Pero, realmente esto estaba empezando a aburrirme, ¿Podía ser que no hubiera nadie capaz de vencerme? Pensó un joven de largo cabello azabache atado en una pequeña cola en la nuca, de ojos cafés oscuros como la noche, piel no muy pálida y sonrisa arrogante y ganadora. Estaba en un bar de mala muerte, sentado jugando Truco, invicto hasta el momento.
La puerta del bar se abrió, dando paso a una joven oculta tras una capucha negra. Entró caminando con un paso elegante y sofisticado, desentonando con el ambiente. Varias personas giraron a verla, pero nadie le prestó demasiada atención, a excepción del joven azabache, pero al ver que otro pobre tonto se sentó frente a él para jugar, centró toda su atención en su oponente, ganando, otra vez y como siempre.
Luego de unos 8 oponentes, y una gran recompensa para el oji-café, ya nadie parecía querer jugar. La joven de la capucha se acercó a paso lento, sus tacones golpeando el suelo, pero debido al barullo que había en el lugar nadie pareció notarlo. Se sentó cruzando las piernas, el joven, sonrió con arrogancia, y apostó todo lo ganado hasta el momento, no sabía porque, pero la joven había llamado su atención. La poca luz que había en el lugar, parecía apuntarla directamente, dejando que el joven pudiera ver los gestos que la chica hacía. Ella, miró con indiferencia la mesa, y apostó una joya de altísimo valor.
El azabache se acomodó bien en el asiento y repartió las cartas. Tratando de mantener su expresión neutra, tiró un Tres. Ella miró con mucha desconfianza sus cartas, delatándose. No tiene oportunidad, pensó el oji-café sonriendo de lado. Con un delicado movimiento de manos la joven depositó sobre la mesa otro Tres. El joven y sus amigos rompieron en carcajadas. ¿Sabría jugar, por lo menos?
–¿Sabes jugar?– preguntó el joven con tono altanero. –Si quieres, nos vemos después y te enseño.– la joven no se vio afectada por la burla, aclaró su garganta antes de responder. –Agradezco tu... simpática propuesta, pero no es necesario.– señaló las cartas. –Hay dos cartas iguales en la mesa, estamos en Parda, hay que tirar la mejor para ganar en el Truco.– el oji-café levantó una ceja, levemente impresionado.
–Sabes... un poco.– aceptó con tono bajo. –Pero, ¿Qué dijiste? ¿Truco? Quiero Retruco.– ella dio un asentimiento muy poco notorio y dijo. –Quiero Vale Cuatro, entonces.– la voz de la chica había sonado más clara y segura. El joven comenzó a reírse sin poder parar, casi histéricamente. Varios amigos de él miraron sus cartas y se rieron al ver el humillante final de la chica.
–¡Quiero!– gritó el azabache para poner el Uno de Basto sobre la mesa y levantarse automáticamente de la silla para festejar su triunfo. Todos comienzan a reírse y a beber mientras miraban a la tranquila joven que seguía sentada en la mesa, quien levantó la vista para mirar al joven de mirada oscura. Ella volvió a aclarar su garganta y en voz baja lo llamó.
–Hey.– dijo con tranquilidad, siendo ignorada. –Hey.– repitió, el azabache la miró de reojo y ella le señaló su cintura, él sin entender se dio vuelta. –Perdiste la espada.– exclamó con tranquilidad. El joven, sin entender la miró –Mi espada está aquí, me parece que te está afectando el humo del lugar.– dijo sonriendo de forma sobrante mientras sus amigos festejaban el chiste.
Ella rió de forma delicada, como todo lo que hace, y respondió. –No hablo de esa... me refiero a esta.– dejando el Uno de Espada en la mesa ganando el partido. Todos en el bar, incluyendo a los borrachos que estaban peleando, miraron las cartas. –¿Sabes jugar?– preguntó la chica en tono burlesco, levantándose para tomar la recompensa y caminar fuera del bar con paso seguro. Dentro, nadie dijo nada.
El oji-café corrió para perseguir a la chica y cuando la alcanzó la tomó del hombro, sacándole sin querer la capucha. –¿Quién eres?– dijo agitado por la carrera y sorprendido por la belleza de la joven, pero lo que más le sorprendió, fueron los ojos chocolates, que tenían un brillo desafiante y rebelde, muy poco común en una mujer de esa época. –¿Tú otra vez?– preguntó soltándose del agarre. –¿No te bastó tu derrota?– él frunció el ceño ante el recuerdo, pero insistió. –No me estas respondiendo.– ella se cruzó de brazos y levantó una ceja desafiante.
–¿Acaso debería?– él se sorprendió, se notaba que la joven era rica, pero tenía un tono muy prepotente, como si no hubiera sido educada para ser un adorno detrás de un hombre como el resto de las doncellas. –¿Acaso no te educaron?– ella sonrió. –Me enseñaron a no hablar con extraños.– dijo, se puso la capucha de vuelta y corrió en dirección contraria al bar, dejando al pobre azabache sin habla y con millones de preguntas sin respuestas.
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¿Casualidad o Destino?
Teen Fiction-¿Quién eres?- dijo un tanto sorprendido por la belleza de la joven, pero lo que más le sorprendió, fueron los ojos chocolates, que tenían un brillo desafiante y rebelde, muy poco común en una mujer de esa época. -¿Tú otra vez?- preguntó soltándose...