Quinto Encuentro: Teatro.

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–Vamos Karin, suelta ese libro y ven que debo ayudarte con el vestido.– dijo Tania, con voz cansada. La castaña se negaba a asistir al Teatro, no porque no le gustara, sino, porque debía ser acompañada por Eliot, su prometido, cosa que aborrecía completamente.

–Pero Tania...– empezó a decir e hizo un puchero cuando fue callada por su amiga. –Nada de peros, ven.– suspirando, se levantó y caminó hasta el vestidor, tomó el primer vestido negro que vio y se dispuso a cambiarse con la ayuda de la albina de ojos violetas y piel extremadamente pálida.

–¿Lo ves? No era tan difícil.– dijo Tania sonriendo, pero Karin refunfuñaba dentro del vestido, alegando que no sería divertido pasar tiempo con su prometido y que él no merecía que ella se arregle, haciendo reír a la albina por su infantil comportamiento.

No mucho después, se escuchó un leve toque en la puerta. Karin abrió la puerta, sin pensar en quién podría ser. –Buenos días, mi bella prometida.– dijo un joven no muy alto, de alborotado cabello castaño y ojos verdes tan brillantes como su estupidez, sonriéndole coqueto, ella rolo los ojos y lo dejo pasar. Tania, que estaba acostada sobre la cama de la castaña, se levantó como impulsada por un resorte al ver al joven entrar. El castaño hizo un leve movimiento de cabeza y la albina se disculpó y salió de la habitación.

–Tania.– la llamo Karin, pero la nombrada no se detuvo, hizo una reverencia y salió del cuarto. –¿Quién crees que eres para echar a mis invitados?– se giró para encarar a Eliot. –Karin, ya lo hemos hablado millones de veces. No puedes dejar que las sirvientas tengan tanta confianza contigo. No son amigas, no son personas, son sirvientas.– dijo él tratando de mostrarse intimidante en su 1.67 cm.

–Eliot, si realmente piensas que por tener más dinero que ella eres mejor persona, permíteme decirte que estás claramente equivocado. Todos los humanos somos personas, sin importar su raza, su color de piel, su religión o su posición social. Ahora, la próxima vez que eches de esa forma a Tania o a cualquiera de los sirvientes y los mires de esa forma tan despreciable o los trates mal, te humillaré delante de toda la sociedad.– Karin, en su 1.63 cm, lograba verse intimidante. Puesto que, para Eliot, no había nada peor que una humillación pública, por muy leve que sea.

–Lo siento, bella, es que...– el oji-jade no sabía qué decir, para nada. Karin, suspiró, recordando lo idiota que era su prometido, así que decidió cambiar de tema. –¿Por qué tu repentino deseo de ir al Teatro?– preguntó tomando un abanico de uno de los cajones, para salir de la habitación sin esperar que el castaño abriera la puerta.

–Oh, siendo sincero, solamente quería pasar tiempo contigo. Y me entere que querías ver la obra que se estrena hoy, Cartas de un Alma en Pena.– la castaña se sorprendió por la declaración, le había comentado a Yannick, el mayor de sus hermanos, que quería ver esa obra, pero él se encontraba en Turquía con su cuñada Elizabeth y su otro hermano Unam. Así que había perdido las esperanzas de poder verla.

Prefirió quedarse callada hasta llegar al teatro, sin saber de qué hablar con su prometido. A él no pareció importarle demasiado, se dedicó a mirar por la ventana del carruaje en todo momento. Parecía demasiado pensativo.

Cuando llegaron, Karin no cabía en sí misma de la emoción, claramente lo disimulo, todas esas clases de etiqueta le habían enseñado a mentir y ocultar sus sentimientos con mucha facilidad, al menos, hasta que estos se desbordaban completamente.

No era la primera vez que venía al teatro, pero siempre se maravillaba con la inmensidad y la elegancia que poseía dicho lugar. Era simplemente glorioso. Eliot sonrió y le ofreció su brazo para entrar al lugar. Karin lo miro de reojo y entró, sin esperarlo, al teatro. Se decepciono un poco al ver a muchos de sus conocidos, no había pensado en la posibilidad de tener que fingir que todas esas personas le agradaban. Suspiró un tanto frustrada al sentir su brazo apresado por el de su prometido.

–Karin, no lo hagas más difícil.– le susurró al oído mientras le sonreía a la hija del Barón de Irlanda. Revoleo los ojos ante su descarado coqueteo con la chica. La castaña no entendía porque él insistía tanto en casarse con ella, no podía ser por sus padres, ya que a la familia Blackwell le convenía una alianza con alguna familia importante de Irlanda, ¿Quién mejor que la hija del Barón Flatheberry que últimamente estaba ganando mucho con la crianza de perros de caza y comercialización de caballos?

–Oh, Eliot, cuanto tiempo.– Karin se giró al mismo tiempo que el nombrado, pero solo uno reconoció la voz. –Señor Godric, desde antes de mi fiesta de cumpleaños.– sonrió forzoso el oji-verde. Él es el padre de Sebastián, no sabía que se conocían, pensó un tanto asombrada.

–Siento mucho el no poder haber asistido, pero estaba muy ocupado con contratos en el extranjero.– se disculpó Bartolomé, la oji-chocolate notó que era muy parecido a su hijo, ambos tenían ese porte elegante, y sus rasgos eran muy parecidos, solo que el cabello del padre estaba gris por el paso del tiempo. –Pero dime si me equivoco, la hermosa joven que te acompaña ¿No es la única hija de Arquímedes Salazar?– preguntó mirando a la castaña, que asintió e hizo una leve reverencia, un tanto incómoda.

–Mucho gusto, Señor.– Bartolomé correspondió a su reverencia y le sonrió. –El gusto es mío, es un placer conocerte, he escuchado mucho sobre ti, en especial luego de que bailaras con mi hijo.– ante tal declaración, Eliot se tensó y Karin se sintió aún más incómoda.

–Padre, la obra esta por empe-....– dijo el azabache acercándose, pero se detuvo al ver con quién estaba su padre y sonrió con descaro. –Señorita Salazar, un gusto volver a verla.– si el ambiente estaba tenso, con la llegada del azabache de ojos oscuros todo se puso peor. Aun así, Karin le sonrió y extendió su mano. –Joven Godric, digo lo mismo.– él la tomó y depositó un casto beso en el dorso. Alguien se aclaró la garganta y Sebastián hizo como si recién notara la presencia del castaño.

–Oh, Eliot, no te había visto, mis más sinceras disculpas, pero la belleza de esta joven me distrajo.– la castaña se sonrojo violentamente y se preguntó como el azabache podía ser tan descarado. Eliot le sonrió falsamente. –Sebastián, hijo, ¿Por qué no acompañas a la señorita a su asiento? Tengo que hablar con este joven a solas.– el oji-café asintió, y aunque Eliot se notaba un poco reacio a dejarlos solos, lo aceptó de mala gana.

Sebastián tomó la cintura de Karin para tratar de guiarla, quien automáticamente se soltó, incomoda, sorprendiendo al joven. Ella tragó saliva y camino hacia su asiento. Él la siguió en silencio. Se sentaron justo antes de que la obra empiece, pero ambos se mantuvieron en silencio hasta que llegó Eliot junto con el padre del oji-café, no mucho antes de que la obra termine. Cuando volvieron a subir al carruaje, Karin pudo respirar tranquila, le incomodaba en demasía que los demás la tocasen, rehuía completamente al contacto físico. Además, el azabache la había tomado por sorpresa, con la guardia baja, por lo que su tacto le causó un gran escalofrío, solo quería que ese día terminará.


¿Casualidad o Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora