Prólogo.

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Irse a casa parecía casi divertido ahora, miré atrás, adelante y arriba tratando de buscar una excusa pues los nervios me estaban destrozando el estómago, una excusa para irme. La noche se mantenía silenciosa, el viento soplaba suavemente por mi cara haciendo que las hojas de los árboles lejanos se movieran al compás. Los mosquitos nocturnos se pegaban a mi piel sudada y lo único que yo podía hacer es pasar mi mano por mi cara.

Finalmente reuní el coraje y abrí la pequeña ventana, deslicé la cuerda gruesa que tenía recostada a mi lado y ate un nudo al rededor de mis caderas. Había practicado varias veces en el local de Pipe, pero sabía que caer al suelo se sentiría mucho peor que caer en las colchonetas azules de aquel local.

Mis piernas colgaban en el vacío mientras pensaba en el dolor que mis manos tendrían al aferrarse a la cuerda, pero el tiempo valía oro, eso lo entendí después. Me dejé caer y con toda la fuerza que acumulé en todo mi cuerpo, me sostuve de aquel material duro. Bajé poco a poco, centímetro por centímetro, hasta que mis pies tocaron el suelo. Miré con burla hacia arriba y luego mire mis manos con quemaduras . No pude hacer más que soplarles.

HAZARDOUS: DeltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora