Capítulo 3: Interrogatorio del lado equivocado.

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Esto era raro, muy raro, nunca en toda mi vida habia visto ojos como los mios. Claro que veia ojos impactantes, en esos seres creidos dioses griegos en el instituto, verde botella, azul profundo y hasta café penetrante, pero a mas de eso, el viene y es como "Hola, tengo ojos raros y tú también, ¿puedo pasar?"
Cerré la puerta, acordandome que mis lentes de contacto no estaban donde en este preciso momento deberian de estar.
—Disculpa —dijo el chico que decia llamarse Nick, intentando hablar con una puerta de intermedio—. Eres Ryder, ¿cierto? Porque si no lo eres me disculparé y me iré, soy nuevo en esto y estoy algo perdido... ¿sigues allí?
Cerré mis ojos y conté rápidamente hasta tres. saqué la cadena. La tentación de no abrir la puerta recorrió mi cuerpo entero. Pero mi mano iba directamente a la manija, si titubeó, aún asi la obligué a seguir.
Con la mirada baja, demandé saber
—¿Dónde está Albert?
—Seguro que ahora está descansando, dijeron que era muy mayor para cuidarte. Jubilación.
Aún con la mirada baja me aparté de la entrada, en una invitación silenciosa.
—Eres tímida.
Cerré los ojos y alcé el mentón. Y repliqué
—¿Crees que soy tímida —pausé un poco mi hablar y abriendo los ojos vi que en realidad tenia un apuesto chico frente a mi—. O solo intento ocultar esto?
La sonrisa mas sarcástica que pude tener se plasmó en mi rostro. Y el abrió con asombro sus ojos.
Aparté la mirada, no soportaba que me miraran como una rareza mas.
Y el tambien los tiene.
Touché.
Su voz titubeó un poco.
—Entonces qu...
—Pareces demasiado joven como para trabajar. Mas aún para el gobierno — dije interrumpiendo lo que iba a decir y dirigiendome a los muebles de la sala, tomando el mando a distancia, encendí el televisor y empecé a buscar una buena pelicula, o algo que llamara mi atención.
Frunció un poco el ceño y dijo.
—Padres adoptivos trabajando para el gobierno, no es dificil conseguir un puesto teniendolos.
Alcé una ceja y me quedé absolutamente callada.
Él se dió cuenta de su error.
—Joder, lo siento, es mi primer día y soy técnicamente un novato en cuidar personas, ni si quiera se si tengo que venir y charlar con la persona que se me encargó o tan solo revisar que todo esté en orden y bien.
Novato.
¿Qué?
Fruncí ligeramente el ceño.
Sentada con las rodillas separadas y los codos apoyados en ellas, empecé.
—¿Cuántos años tienes?
Dudó un poco antes de contestar.
—¿No crees que y...
—Antes que vinieras tuvieron que dartel mi hoja de vida, básicamente sabes todo que deberías saber de mi. Alergias, edad, cumpleaños, posiblemente hasta mi fecha de emancipación forzada, y sí, me gusta referirme así a ese hecho. Y yo lo único que sé de la persona que cruzó esa puerta y está sentada en mi sala, es que su nombre es Nick y tiene ojos como los mios. Así que tengo derecho en preguntar cual es tu edad porque te ves muy joven, posiblemente solo tres o cuatro años mayor.
Alzó ligeramente la ceja izquierda.
—Hablando de mi edad comparada con la tuya, ¿no crees que eres un poco mayor para que te supervisen?
Me encogí de hombros, casi altaneramente.
—No importa por qué, les gusta mantener un ojo en mí, y al seguir siendo mantenida por el gobierno, es un pequeñisimo precio a pagar. Ahora quiero que dejes de intentar evadir mis preguntas.
Desvió la mirada de mi hacia el sillón, y lo señaló.
—¿Puedo?
Alcé un hombro.
—Como quieras, Nick.
Se sentó en el sillón y su mirada evaluadora imitaba la mía.
Bien, concurso, siempre gano.
Apartó incómodamente la mirada.
Lo dije, Ryder, me debes un dólar.
Una sonrisa tiró de mis labios, y desapareció automáticamente cuando el dirigió su mirada otra vez a mi.
—Tengo 23. No conocí a mis padres biológicos. Mis padres adoptivos son geniales, pero con poco tiempo libre, en ese tiempo yo ya estaba trabajando una plaza aquí, asi que no es simplemente por los —dudó en decir las siguientes palabras, y mejor que lo hizo—. Factores externos.
—Yupi.
Él mantenía perdida la mirada, observando cada cosa de la sala.
—Pareces tener poco.
—No se necesita de mucho si vives sola.
Me miró fijamente y un músculo de su mandíbula se movió.
Lo estas irritando.
Deja de canturrear, joder Ryder, posiblemente es un momento crucial para tu futuro, no hagas esto peor.
—Lamento lo que dije antes. Bien. A lo que vine. Sé que la gente puede mentir pero pienso que tú no te afectarás solo por mentir y ocultar algo que, posiblemente, terminaré sabiendo.
Sonreí de lado, y dije:
—Dispara.
Y todo pasó como de costumbre, preguntas de si la estructura de la casa habia tenido algún daño, gastos adicionales, alimentación, estudio, y el esperado entretenimiento.
—¿Me estás diciendo que no sales a divertirte, y tienes 19 años?
Fruncí el ceño.
—Me parece innecesario. Tampoco es como si tuviera a alguien para divertirme.
Y empezó a verme como si tuviera tres ojos, y un cuerno en la cabeza.
—¿Qué?
Puse los ojos en blanco.
—Si, no tiene nada de malo.
El sonrió, como si estuviera planeando algo secretamente.
—Entonces por hoy me retiro —avanzando hasta la puerta, lo seguí y esperé a que crucé la puerta, volteó y sonriendo con todos los dientes dijo—. Paso a recogerte a las 6 de la tarde, no hace falta que te pongas elegante. Casual —guiñó su ojo color café.
Casi sin palabras, repliqué.
—Por mas guapo que seas, primor, no saldré a voluntad, ¿entiendes?
—El gobierno paga, yo necesito distraerme un poco y tu necesitas conocer a alguien —pasó una pierna por encima de la motocicleta que solo hasta ahora había notado—. No pierdes nada, no será tan malo.
Voltee los ojos y agité la mano mientras cerraba la puerta.
—¡Tomaré eso como un sí! —escuché ahogadamente.
Apoyada la espalda contra la puerta, cerré los ojos.
—Mierda.
Estas en problemas, Ryder.
Yep.

Mis zapatos resonaban contra el piso estéril de las instalaciones, y abrí la última puerta del pasillo.
—Llegué, terminemos con esto, quiero entrenar.
—No vas a poder entrenar, hay una conferencia. Rutina. Pero no puedes faltar.
Resoplé. Y alargando vocales dije.
—No me gusta.
La enfermera se acercó con la pequeña mesa en donde estaban sus utensilios.
Subiendo la manga de mi suéter la escuché decir—. Terminemos con esto.
Despues de ser pinchada una y otra vez, la linda bandita de calaveras rosas fue puesta en mi brazo, y con un paquete de galletas en la mano, me dirigí a la sala de conferencias.
Abrí la puerta mientras bocado a bocado masticaba la primera galleta, los ojos de los presentes se dirigieron brevemente hacia mí, y luego vuelta a lo que en realidad interesaba; las diapositivas.
Tomé asiento al lado de Nick y le ofrecí una galleta, pues se había quedado mirando el paquete desde que entré a la sala.
Con una sonrisa de niño con su juguete favorito agarró la galleta y de un solo mordisco, la mitad de ella desapareció.
No te rias, no te rias.
Sofoqué una risa. Recibiendo un codazo de parte de Nick, acompañado de signos de silencio y miradas furtivas de otros.
Asignaciones de mision, nuevos compañeros asignados, campos nuevos. Y mi mente estaba divagando  en el por qué tantos tubos de sangre y líquidos extraños para examinar cuando asignaron una nueva mision:
—Agente 4379 y Agente 4012, dos meses de preparación, infiltración al cuartel del segundo al mando enemigo.
—¿Qué?
Mierda.
Mierda.

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