Hay días que parece que no puedes con nada.
Días en los que te cuesta todo,
en los que darías todo para que algo saliera bien.
Días en los que parece que hasta el suelo va a derrumbarse,
en los que no te quedarías a vivir.
Días que sería mejor que no hubieran empezado,
de los que estás deseando que acaben.Pero en cambio, hay otros días que salen bien.
Días que parece que es imposible que se arruinen,
en los que sí que te quedarías a vivir.
Días que no parecen tormentas o huracanes,
simplemente son la calma que llega.
Esa calma que necesitas para seguir adelante,
la única que puede hacerte ver algo de cordura.
Días que parecen insuperables hasta que otros los superan,
y qué putada.Otras veces son simplemente días.
Días normales en los que el mundo se equilibra,
y no quieren joderte,
pero tampoco alegrarte.
Y esto ya no es calma ni tormenta,
es el punto intermedio
e indeciso del qué vendrá.
Días en los que te preparas para todo,
lo bueno y lo malo.Pero al final,
te quedas con los días que merecen la pena,
sean buenos, malos o neutros.
Porque siempre hay algo bueno en los días malos,
el típico tópico.
Pero que no os mientan,
también hay cosas malas y neutras en los días buenos.
Pero prefieres quedarte con lo bueno,
es tu calma,
donde te sientes cómodo.
Y no piensas perderlo por miedo a arriesgar.
A arriesgar que todo pueda salir mejor,
o incluso peor,
o que simplemente salga.Y eso es lo malo,
conformarse con algo,
sin saber qué pasará.