Cuando me miras, sonríes y me dices que me amas, eso provoca el mismo efecto que un jodido huracán dentro de mí.
No sabes todas las veces que he querido besarte y me he quedado con las ganas. Te debo tantos besos. Algún día puede que te los dé.
Pero desde entonces, cada vez que sonríes, es como si me convirtiera en espuma y navegara por tus piernas, intentando llegar a lo más alto de ti, allí donde ni tú llegas.
Que hay cosas que no pueden explicarse. Como cuando voy corriendo a abrazarte, o cuando me enfado como una niña pequeña. No busques el motivo, quizás no lo tenga y pierdas el tiempo.
Ojalá perder el tiempo en ti, siempre en ti. Buscando las mil y una maneras de amarte, de hacerte feliz, o de volverte completamente loco.
Así es cuando más me gustas, cuando te dejas llevar, cuando haces las cosas porque las sientes, y no por el hecho de tener que hacerlas.
De la misma manera en la que me abrazas cuando estoy mal, o cuando sonríes por verme feliz, como un impulso, algo incontrolable para ti.
Y es que a veces, no es tan bueno tener las cosas bajo control, a veces es mejor dejarlas libres y que fluyan, que sean lo que tengan que ser, pero no coaccionadas.
Porque libre es como más me gustas.