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Ángela se levantó entusiasmada. Tenía muchas ganas de pasar un rato agradable con Patricia. Se había sentido muy relajada con ella, hasta el punto de parecerle estar con una de sus hermanas. Normalmente, nunca podía soltarse, porque la timidez y la desconfianza siempre se imponían con desconocidos.
Esperaba que la cena con Patricia se alargara. Si llegaba tarde a casa, todos estarían ya dormidos. Estaba mal aplazar el malentendido con su madre, pero, un día sin escuchar sus sermones sería como un rayo de sol después de la tormenta. No pasaba nada si únicamente lo postergaba un día, se dijo a si misma, quizás, hasta dos o tres.
Durante toda la mañana, imaginó como sería la casa de Patricia, su madre, su hermano, y si llegarían a congeniar tan bien como ayer.
-Hoy ha estado un poco distraída –le comentó su secretaria cuando ya se marchaba.
Ángela, que siempre se mostraba cortés con sus empleados, sonrió a Gloria.
-Sí, tienes razón- confesó, y recogió su bolso de la consola junto a la puerta-. Hoy tengo un compromiso importante.
-¡Me alegro mucho por usted! Espero que pase una velada magnífica.
-Gracias, Gloria.
***
La casa de Patricia estaba situada en el barrio Las dos torres. Una pequeña mansión, al menos eso le pareció a Ángela. Todo un palacete modernista lleno de ostentación, pero no podía esperar menos, después de todo, su madre había invitado a gente adinerada y de buena posición social.
Sin embargo, Patricia no era para nada pomposa, altiva o engreída. Si no hubiera tenido un previo encuentro con ella, se habría marchado con solo ver ese lugar, pero, allí estaba, adentrándose en un jardín enorme con una gran fuente de piedra rodeada de arbustos, rosaledas y, una gran cantidad y variedad de árboles repartidos de forma elegante.
Estaba nerviosa, nunca se había mezclado con gente que vivía por esos lares, excepto su cuñado, claro. Entonces, ¿por qué estaba allí?, se preguntó después de que sus dedos dejaran de presionar al timbre.
Un hombre delgado con traje de pingüino le abrió la puerta, rondaba los cincuenta años y, la expresión seria de su cara alteró aún más sus nervios. Pero, no se dejaría intimidar, si el hombre no se dignaba a decirle nada, ella sería la que acabaría con ese silencio incómodo.
-Buenas tardes. Tengo una invitación de Patricia... -no sabía su apellido. ¿Qué iba hacer ahora? La mirada de ese hombre era demasiado penetrante. Estaba segura que si no le decía el apellido, recibiría un portazo en las narices.
-¡Angy! ¡Qué puntual eres! –gritó Patricia bajando las escaleras- Escuché el timbre, pero no estaba segura si serías tú –cuando llegó junto a ella despidió al pingüino de la mirada penetrante –No te olvides que se quedará a cenar, Richard.
El hombre asintió con la cabeza y se retiró.
-Esa mirada estremece –comentó Ángela.
-No tanto cuando te acostumbras –respondió Patricia. Sonreía de oreja a oreja-. Es un mayordomo de profesión, de los que estudian para ello. Es extraño, ¿verdad?
-Un poco, sólo había leído de ellos en los libros.
-Pues existen, Richard es una prueba de ello. Vamos, te enseñaré mi habitación.
Ángela curioseaba con la mirada. Todo estaba limpio y ordenado. Algunos adornos eran extraños, bellos, y otros, simplemente impresionantes. Los cuadros seguramente pertenecían a pintores famosos y, la mayoría, eran hermosos.
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Amalgama de Sentimientos (Agapea) [Amazon]
RomansaRenunciar a una vida social y al amor nunca fue un problema para Ángela Paredes. Estaba contenta con lo que había conseguido. Sin embargo, su madre se ha empecinado en hallarle su media naranja y, como última artimaña, vista su reacia actitud a asis...