Capítulo 6

4.6K 257 16
                                    

6

-¡Listo! –exclamó Felipe sonriendo y levantando la cabeza.

Ángela se encontró observando esos profundos ojos verdes que ya empezaba a conocer de memoria, y no apartó la mirada hasta que se dio cuenta que ya llevaban un buen rato así. Carraspeó nerviosa, bajó la mirada hacia la herida vendada y comenzó a inspeccionarla detenidamente.

-Gracias –susurró con voz apagada.

-¿Podrás caminar? –le preguntó Felipe levantando una de sus espesas cejas con recelo.

-Sí –aseguró Ángela incorporándose.

Y entonces, cuando apoyó el pie descalzo en el suelo, a pesar del grueso calcetín que llevaba, el frío llegó a su pie haciendo que se estremeciera. Volvió a sentarse con la pierna levantada como si acabara de quemarse.

-¿Qué pasa? –preguntó Cruz inquieto.

-El suelo está helado –explicó Ángela–. Me pondré la bota.

-Es mejor que esperes un rato –le aconsejó Felipe, y se inclinó hacia ella con intenciones de cargarla otra vez.

-No hace falta que vuelvas a hacer eso –espetó Ángela apartándole las manos.

-No seas tan remilgada –soltó, y con un poco de destreza, la tuvo nuevamente entre sus brazos.

-¡Bájame ahora mismo! –exigió la joven.

-¡Es que quieres pillar un resfriado! –replicó Felipe, que había querido sonar autoritario, pero la sonrisa de oreja a oreja de sus labios estropeó su intención.

-¡Eres insoportable! – exclamó Ángela al ver su amplia sonrisa triunfante.

¿Por qué sonríe ahora?

-Y tú una testaruda incorregible –espetó Cruz aún más divertido.

Al final, Felipe no sólo se salió con la suya llevándola al comedor en volandas, sino que también decidió donde sentarla; entre Patricia y él.

Las miradas de todos provocaron un intenso rubor en sus mejillas, y con ello una subida sofocante de la temperatura.

-¿Cómo estás, Angy? –le preguntó Alba- ¿Podrás esquiar?

-Sí, no os preocupéis, es sólo un rasguño –contestó sonriendo.

-Menos mal –intervino Sandra.

Odiaba ser el centro de atención, pero sobre todo que Felipe hubiera conseguido que hiciera lo que a él le viniera en gana. Era como si no pudiera reaccionar en su presencia. Indefensa, en un terreno que nunca había pisado. Su corazón se desbocaba y su cuerpo se paralizaba. Entonces, sentía que ardía y ardía.

Comenzó a comer sin poder quitarse del cuerpo el susto que acababa de experimentar, y como si no fuera suficiente con eso, padecer también todo lo que el hombre que tenía a su vera le producía.

Intentó mostrarse tranquila y animada, pero después de cinco minutos ya sólo respondía con monosílabos.

Fernando, por alguna razón, no dejaba de intentar entablar una conversación con ella, el señor Cruz también insistía, y Patricia ya había abandonado.

Los hermanos Cruz comenzaron a preocuparse. Nunca la habían visto tan abstraída.

-¿Estás bien, Angy? –preguntó la joven Cruz, adelantándose a su hermano.

-Sí –contestó Ángela con una leve sonrisa.

-No te preocupes, Paty. Angy está así por la pequeña aventura que acaba de vivir –explicó Gabriela-. Pronto volverá a ser la misma.

Amalgama de Sentimientos (Agapea) [Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora