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-¡Listo! –exclamó Felipe sonriendo y levantando la cabeza.
Ángela se encontró observando esos profundos ojos verdes que ya empezaba a conocer de memoria, y no apartó la mirada hasta que se dio cuenta que ya llevaban un buen rato así. Carraspeó nerviosa, bajó la mirada hacia la herida vendada y comenzó a inspeccionarla detenidamente.
-Gracias –susurró con voz apagada.
-¿Podrás caminar? –le preguntó Felipe levantando una de sus espesas cejas con recelo.
-Sí –aseguró Ángela incorporándose.
Y entonces, cuando apoyó el pie descalzo en el suelo, a pesar del grueso calcetín que llevaba, el frío llegó a su pie haciendo que se estremeciera. Volvió a sentarse con la pierna levantada como si acabara de quemarse.
-¿Qué pasa? –preguntó Cruz inquieto.
-El suelo está helado –explicó Ángela–. Me pondré la bota.
-Es mejor que esperes un rato –le aconsejó Felipe, y se inclinó hacia ella con intenciones de cargarla otra vez.
-No hace falta que vuelvas a hacer eso –espetó Ángela apartándole las manos.
-No seas tan remilgada –soltó, y con un poco de destreza, la tuvo nuevamente entre sus brazos.
-¡Bájame ahora mismo! –exigió la joven.
-¡Es que quieres pillar un resfriado! –replicó Felipe, que había querido sonar autoritario, pero la sonrisa de oreja a oreja de sus labios estropeó su intención.
-¡Eres insoportable! – exclamó Ángela al ver su amplia sonrisa triunfante.
¿Por qué sonríe ahora?
-Y tú una testaruda incorregible –espetó Cruz aún más divertido.
Al final, Felipe no sólo se salió con la suya llevándola al comedor en volandas, sino que también decidió donde sentarla; entre Patricia y él.
Las miradas de todos provocaron un intenso rubor en sus mejillas, y con ello una subida sofocante de la temperatura.
-¿Cómo estás, Angy? –le preguntó Alba- ¿Podrás esquiar?
-Sí, no os preocupéis, es sólo un rasguño –contestó sonriendo.
-Menos mal –intervino Sandra.
Odiaba ser el centro de atención, pero sobre todo que Felipe hubiera conseguido que hiciera lo que a él le viniera en gana. Era como si no pudiera reaccionar en su presencia. Indefensa, en un terreno que nunca había pisado. Su corazón se desbocaba y su cuerpo se paralizaba. Entonces, sentía que ardía y ardía.
Comenzó a comer sin poder quitarse del cuerpo el susto que acababa de experimentar, y como si no fuera suficiente con eso, padecer también todo lo que el hombre que tenía a su vera le producía.
Intentó mostrarse tranquila y animada, pero después de cinco minutos ya sólo respondía con monosílabos.
Fernando, por alguna razón, no dejaba de intentar entablar una conversación con ella, el señor Cruz también insistía, y Patricia ya había abandonado.
Los hermanos Cruz comenzaron a preocuparse. Nunca la habían visto tan abstraída.
-¿Estás bien, Angy? –preguntó la joven Cruz, adelantándose a su hermano.
-Sí –contestó Ángela con una leve sonrisa.
-No te preocupes, Paty. Angy está así por la pequeña aventura que acaba de vivir –explicó Gabriela-. Pronto volverá a ser la misma.
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Amalgama de Sentimientos (Agapea) [Amazon]
RomansaRenunciar a una vida social y al amor nunca fue un problema para Ángela Paredes. Estaba contenta con lo que había conseguido. Sin embargo, su madre se ha empecinado en hallarle su media naranja y, como última artimaña, vista su reacia actitud a asis...