Cap 6: No eras lo que pensaba.

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Gianira se acomodó los pliegues mojados del vestido, esperaba que no se mancharan. Le habría costado muy caro y realmente se había enamorado de él. Ese era, hasta ahora, el vestido mas bonito que se había puesto en su vida. Y ahora no sabia si tendría un mañana.

Caminó hacia un baúl que había traído la primera vez que se topó con el establo. La habían mandado a tirar unas joyas y vestidos con la excusa de que eran inapropiados, ostentosos y vulgares. Con la intención de guardarlos en algún lugar para después acudir en su búsqueda, había ordenado a sus lacayos que esperasen fuera de el pequeño monte, alegando el ser lo suficientemente eficiente como para hacerlo por ella misma. Si pensaban que iba a regalarlos a cualquiera, sin saber que harían con ellos estaban equivocados. Y en ese momento, agradeció a Dios por haber tomado esa decisión.

Colocó las manos en la pesada tapa y jaló con fuerza. Sacó las varias cajas que allí se encontraban, descartando las joyas como innecesarias. Uno a uno fue destapando las cajas y sacando los vestidos. Era una lastima que algunos hayan pasado de moda sin haberlos estrenado. Suspirando escogió uno de los vestidos más sencillos. Este contaba con un escote pronunciado, ribeteado con volados color lila pastel y en el corsé solo habían unas pequeñas florecillas de color violeta. El resto del vestido era de color beige, incluyendo el fondo del corsé.

Se deshizo como pudo de sus prendas mojadas y, sin molestarse en ponerse ropa interior, entró en el vestido y se lo abotonó. Gracias a los dioses que los botones estaban a los laterales del corsé. Cogió una de las botas de montar que tenia allí en casos de emergencias, como era este y se las colocó. Una a una fue apagando las velas y caminó hacia su caballo.

Un aroma le llamó la atención, y entre la silla de montar, halló un pañuelo color azúl. Lo tomó y aspiró. Era una fragancia embriagadora. La guardó entre los pliegues del vestido y montó en su yegua.

***

Pasado un rato desde que salió del establo y de haber cabalgado unos 10 minutos, divisó una figura montada en un corcel. Trató de agudizar la vista, intentando reconocerlo. Y a medida que se acercaba se dio cuenta de quien era.

- ¡Ehh! - grito ella, captando la atención de el jinete - ¿No tienes que estar en algún lugar arrancando suspiros de las damas? - él, que iba en sentido contrarió, cambio de dirección para ir a su encuentro.

- Lamentablemente ya no lo hago - dijo Cygnus sacándose un mechón rebelde de el rostro - alguien que conozco dijo que soy engreído, vanidoso y vulgar. Se ve que las mujeres toman en cuenta tus opiniones.

- ¡En hora buena! Han abierto loa ojos - Cygnus la miró con el semblante serio. Y Gianira se preguntó si no debería cerrar su bocota. Los ojos azules cielo de Cygnus la recorrieron enarcando una ceja. Luego miró hacia otro lado.

- Anda, apresurate que me duelen las piernas de tanto cabalgar.

- ¿Has estado cabalgando en mi búsqueda? - él, nuevamente, la miró con recelo.

- Eso parece...ya he dicho que os apresuréis. Que muchacha tan exasperante.

Gianira apretó los labios. Se ve que la que estaba siendo una cretina era ella. Todo el camino hacia su casa, se cuestionó si desde el principio, ella se había comportado así con el, errando al pensar que el tenía la culpa de todo lo que le pasaba. Miró hacia la espalda de Cygnus antes de atravesar las puertas de hierro de su mansión, y tomó una larga inhalación preparándose para el reto que le aguardaba.

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