Cap 5: Sólo quería darte las gracias

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Gianira se quedó helada. El la sostenía de la cintura, bien apretada contra su cuerpo fuerte y masculino. Su otra mano la sujetaba de la nuca, un agarre gentil, pero irrompible. De pronto se encontró cerrando los ojos lentamente, dejándose llevar por el movimiento de aquellos magníficos labios aterciopelados. Él empezó a juguetonear con su lengua entre los labios cerrados de ella, queriendo ganarse el acceso a su boca. Pero entonces Gianira reaccionó y se apartó con brusquedad. Pero como estaba en una zona en la que no podía mantenerse en pie se sumergió varias veces hasta poder salir.

- Gianira, dejame ayudarte.

- ¡Alejate de mi! - grito con todas sus fuerzas. Definitivamente él era lo peor que le había pasado en la vida - Alejate de mi - susurró.

- Hija ¿que acaba de pasar? Se veían tan tiernos allí, como en una novela literaria - su madre suspiró mirando hacia la nada. ¿Es que no comprendían? Lo único que ella quería en ese momento era escapar de Cygnus, de sus padres y de todas sus responsabilidades - Estábamos pensando ¿que tal si en la boda..

- ¡No quiero una boda!, ¡no quiero ser lo que ustedes quieren! ¡Y jamas que casaré con un cretino como este! ¿Es que acaso no lo ven? El es el peor partido que pudiera tener. Es arrogante, vulgar, descortés y lo más importante, pero se ve que ustedes no lo ven..no es lo que yo quiero. Nunca quise esto - todos miraban con caras de conmoción absoluta. A su madre se le llenaron los ojos de lágrimas. Gianira tuvo que mirar hacia otro lado - No quiero que piensen que hago esto por puro capricho. Lo hago porque jamás me dejaron ser dueña de mi propia vida. Y escucha bien esto padre.. No vas a manejarme nunca más - Gianira se giró y corrió hacia donde descansaban los caballos que habían traído. Monto en uno y se fue galopando al único lugar en el que jamás la encontrarían.

***

Después de 30 minutos de cabalgar, Gianira desmontó del caballo y lo amarró a un árbol cercano. Ya era de noche y se podía escuchar el sonido de los grillos aquí y allá, provenientes de un pequeño bosque.

Se adentró un poco en en la maleza y divisó su lugar tranquilo en el mundo. Era un poco viejo y desgastado. Pero esas cuatro paredes, que alguna vez fueron consideradas un "establo", constituían el único lugar que tenia para escapar de todo. Ella lo había ambientado para que sea cómodo. Había un juego de living, almohadones, muchas velas aromáticas y como las paredes tenían agujeros aquí y allá (algunos muy grandes), mas de una vez tuvo que hacer trabajos de " hombres" para repararlos. Había cortinas en las ventanas, que por cierto estaban siempre cerradas, y una pequeña cocina de leña en una esquina, junto a unos cuantos platos y cubiertos.

Ella había invertido mucho tiempo en ese lugar. Y él a su vez siempre le había correspondido con silencio y su increíble posición geográfica, al estar escondido de ojos curiosos. Igualmente nadie iba a esos lugares por alguna clase de leyenda y sucesos inexplicables que se contaba a los niños, y que los adultos más de una vez aseguraron experimentar. Pero ella nunca había visto ni escuchado nada raro.

Entró al pequeño establo y con una de las cerillas que tenia allí, fue prendiendo de a una las velas. Pero su decepción fue grande cuando cayó en la cuenta de que casi todas estaban consumidas. Pudo iluminar un sector apartado de la entrada, para su suerte al lado de su sillón favorito. Se sentó y cuando iba a coger un libro una persona salió de las sombras. Gianira soltó un gritito ahogado.

- Tranquila, no voy a hacerte daño - dijo la figura encapuchada levantando las manos al aire - ¿te molesta si tomo asiento en las sombras?

- N-no - respondió nerviosa Gianira - ¿es que tiene algo que esconder que se mantiene en penumbras? - dijo reuniendo todo el valor que pudo. El desconocido rió.

Almas ReencarnadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora