París, Año 1777
Lo más triste en el mundo es quedar solo y desamparado a una corta edad, donde tus recuerdos memorables y felices, sean fugaces, tanto como la felicidad misma.
Tal vez el único recuerdo dulce de una infancia miserable y llena de perdidas es aquella donde caminabas sin preocupación alguna junto a tus queridos padres, que aunque carentes de posesiones materiales, estaban llenos de amor para ti, sonriendo mientras caminaban por las calles de una ciudad populosa, sosteniendo fuertemente tus pequeñas manos, para que no vayas a extraviarte, ser feliz con lo simple de la vida, aquel sentimiento debe ser el regocijo extremo.
La mente de un niño de seis años, es en verdad fácil de entender y de satisfacer, mientras sea tu centro de atención no le importara que este rodeado de carencias y pobreza, porque el amor y la protección será su mayor tesoro.
El pequeño Jean no era la excepción, aunque perteneciente a la clase pobre de Francia, él vivía una cómoda vida junto a sus amorosos padres, que aunque no tenían nada más que una pequeña casa y unos cuantos muebles que iban desapareciendo cada cierto tiempo para obtener un mendrugo de pan, no se sentía ni triste ni desolado, él jugaba, feliz con los otros niños del barrio, y los juguetes que le faltaban, los creaba, esos eran los memorables recuerdos de este pequeño.
Pero sin saber que su pequeño mundo pronto cambiaría radicalmente, tal vez el último recuerdo de su vida tal cual la conocía, siempre se mantendría en su memoria.
Fue una tarde, cuando paseaba con su padre y madre, ambos lucían pensativos, pero Jean solo se dedicaba a jugar con una pelota de trapo que su madre le había hecho la noche anterior, aunque él estaba muy feliz, y sus padres le sonreían, podía sentir que algo sucedía, pero sus padres, cada vez que lo veían, solo atinaban a mostrar una escueta sonrisa, no sin antes tener una mirada melancólica en sus rostros. Aquelpequeño de cabellos rubios y encendidos ojos verdes jugaba feliz, sin conocersu triste sino.
En un rápido momento de descuido de Jean, su pelota rodó por una callejuela, dirigiéndose rápidamente hacia un carruaje que venía a una velocidad moderada, el pequeño sin medir el peligro que le avecinaba, corrió tras la pelota, y sus padres al darse cuenta corrieron tras él, cuando pensaban que lo peor podría suceder, el cochero hizo una maniobra que esquivo al niño, este quedo muy asustado, el carruaje se detuvo bruscamente, la madre de Jean, solo atino abrazar fuertemente a su hijo, el padre, estaba sorprendido, pero se detuvo frente al carruaje, en ese instante una mujer de vestidura fina abrió la ventana lateral del vehículo y muy enojada dijo:
- No sabe usted la terrible irresponsabilidad de dejar a un niño correr por las calles, si mi cochero no hubiera tomado las medidas necesarias, esta criatura hubiera muerto sin remedio...es usted un maldito irresponsable –
El padre de Jean estaba muy apenado y no podía levantar la cabeza por la vergüenza, Jean al ver a su padre tan avergonzado, se puso muy triste, pero luego noto que la puerta del coche se abrió por completo, de ahí salió un niño vestido finamente de cabellos castaños y ojos azules, parecía ser más grande que él, este no hizo caso a lo que la mujer le decía, y tomando entre sus manos la pelota de trapo, se dirigió hacia Jean y estirando su mano, le entrego la pelota, ambos se quedaron mirando, el uno al otro, con temor Jean tomo la pelota y agradeció, el otro niño solo asintió y dijo:
- Debes tener cuidado...-
Jean asintió y dijo con tono tímido: - Si –
Dicho esto vio como aquel niño de facciones tan bellas y elegantes regresaba a su carruaje, las puertas se cerraron, y este se marchó rápidamente, perdiéndose en la lejanía.
El pequeño Jean miraba su pelota con mucha curiosidad por que recordaba aquel suceso tan anecdótico, nunca había conocido a una persona de otra clase social, mucho menos dirigirle la palabra, ah alguien tan elegante y aunque ambos eran niños sus realidades eran diferentes, así pues Jean nunca olvidaría aquel encuentro predestinado.
Desde aquel momento la vida de aquel niño comenzó a cambiar, unos meses más tarde su padre moriría trágicamente a manos de unos bandidos que le robarían el poco dinero que había recolectado vendiendo los únicos muebles que tenían para poder comer, quedando sumido en una terrible pena, desde pequeño comenzó a conocer el trabajo duro, vendiendo en los mercados, cargando las bolsas de algunas señoras que le daban alguna propina solo por la lástima, que les causaba que un pequeño niño de siete años haya quedado sin padre.
Su madre, trataba de suplir la falta de un padre en el hogar, la pobre mujer vendía flores, todo el día, trabajando de día y noche, Jean al ver el sacrificado trabajo de su madre, también la ayudaba, empezó a cocinar y aunque al principio le costó mucho esfuerzo, pudo hacerlo, tan solo para ver feliz a su adorada madre.
Los años pasaron, cuando este cumplió diez años, seguía ayudando a su madre, ahora el vendía flores la mayor parte del tiempo, su madre por sobre esfuerzo de trabajo estaba muy delicada de salud. Jean trabajaba de día y se ocupaba de su madre en las noches, ella estaba muy preocupada por dejar que un niño de esa edad tenga tamaña responsabilidad, pero él nunca rechisto ni maldijo su suerte, todo lo hacía siempre con una gran sonrisa, su madre pensaba para sus adentros, que cuando el reía era como recibir los rayos cálidos del sol, por su alegría y brillante sonrisa, y sus hermosos cabellos rubios, su madre lo adoraba, y quería ser de ayuda para su pequeño hijo, pero sentía que las fuerzas la abandonaban, esto hacia sufrir a la mujer que ya no encontraba paz en su alma, al pensar que si moría, este pequeño quedaría solo y desvalido.
Mientras su madre dormía, y después de un día arduo de trabajo, Jean fue a su habitación, que solo constaba de una cama, el no poseía muchas cosas, por no decir que no tenía casi nada, el dinero que juntaba solo servía para el alimento diario y las medicinas que su madre necesitaba. Lo único que adornaba su habitación era aquella pelota de trapo de hace tanto tiempo su madre le obsequió, este la sostenía entre sus manos y pensaba en aquel momento en que una segura desgracia, se volvió un momento casi mágico, al conocer a una persona de la nobleza, al nunca conocer a un noble, él pensó que aquel niño podía ser un príncipe, seguro que sí, y en esos instantes se preguntaba, que habría de aquella persona, seguramente en esos momentos ya sería un jovencito, a quien debía admirar, solo ese recuerdo bastaba para hacer feliz a Jean.
Su madre no duro mucho tiempo, su corazón era muy débil y en una noche lluviosa, esta agonizante le dijo a Jean, que tenía una hermana mayor, pero que no la había visto en mucho tiempo, ella sería la única familia que le quedaba, el pequeño niño, al oír estas palabras de su madre, comenzó a sollozar, no quería que su madre partiera, no quería quedarse solo en el mundo, pero su madre ya no podía resistir más, Jean sostuvo las manos de su querida madre, toda la noche, rezando para que ocurriera un milagro pero este nunca sucedió, ella dejo de existir en su lecho, mientras Jean lloraba y suplicaba que no lo dejara, pero fue inútil, ya nada se podía hacer, su madre había muerto.
Así pues sin su madre, y luego de haberla enterrado en una fosa común gracias a los vecinos que lo ayudaron, y sin ningún dinero, este se marchó de aquella casita maltrecha, llevando consigo una pequeña maleta parchada, donde tenía sus pocas pertenencias, su ropa harapienta pero limpia y su pelota vieja, y marchándose, mirando atrás por última vez, conteniendo las lágrimas, comenzó su viaje, para buscar aquella tía de la que su madre pocas veces le había hablado.
Su viaje fue corto, la dirección que su madre le había entregado, pertenecía a una callejuela de la misma ciudad, llegar fue un poco difícil, pero cuando por fin dio con el lugar acordado, pensó que sería bien recibido, puesto que era el único familiar que tenía con vida, pero que equivocado estaba, su odisea estaba a punto de comenzar.
Seis años más tarde
Los gallos comenzaban a cantar, los rayos del sol aún no se hacían notar, y mientras todos aun dormían, Jean comenzaba a vestirse, sabía muy bien que si se demoraba, no la pasaría nada bien, cuando estuvo vestido, miro por la única ventana de su habitación que se encontraba también rota, y mientras miraba el cielo que amanecía dijo:
- Buenos días padre... madre... cuídenme también el día de hoy –
Mirando hacia un viejo buró, vio aquella pelota vieja y sonriendo, salió de su habitación, un nuevo día había llegado y aunque seria de mucho trabajo, el salía con su resplandeciente sonrisa como cada día, antes de comenzar a laborar.

ESTÁS LEYENDO
Le Petit Lys - Double Amour
Исторические романыHistoria situada en Francia del S. XVIII - narra la historia de Jean, un joven muchacho que tendrá que vivir una doble vida, dándole vida también a Marie, gracias a sucesos inexplicables que irán ocurriendo en su vida, encontrando así el amor, de q...