Le Petit Lys - Double Amour

Capítulo II - Camille

Después de lo sucedido en aquella mansión, Jean estuvo muy deprimido, por la manera tan brusca en la que había sido alejado de su amada, como él solía llamarla. Aquella mirada de desprecio de aquel joven lo había marcado profundamente, tres días transcurrieron desde aquel incidente, el único que en percatarse del estado de ánimo del joven fue su siempre leal amigo Frederick, quien con solo verle el semblante sabía que algo malo le había ocurrido.

-¿Qué te sucedió Jean? Has tenido la cara larga los últimos días...- comento Frederick

Jean sorprendido por la agudeza de su amigo pregunto:

- ¿Es tan notorio mi estado de ánimo acaso?

- No es notorio... pero recuerda que hemos pasado juntos los últimos seis años, no darme cuenta de tu estado de ánimo sería imposible para mí, porque siempre te estoy observando, eres mi familia.- respondió Frederick mientras sonreía cálidamente.

Jean se sonrojo un poco y sonrió también, pero su tristeza no desaparecía y tuvo que contar lo sucedido. Cuando termino de explicar todos los hechos con detalle, su encuentro con aquella jovencita de nombre Camille, y el encuentro con quien fuera el hermano de esta, aquel joven gallardo y varonil que emanaba ímpetu y soberbia en su mirada.

Frederick lo escuchaba muy atento, cuando Jean termino de relatar aquel fatídico encuentro, el primero solo suspiro, y luego dijo a su amigo:

- Debes estar muy ilusionado con aquella muchacha, pero sabes que ella y tu son de mundos diferentes, aquella mirada de desprecio que tanto te lastimo por parte de su hermano, solo es el comienzo, aquellas personas siempre nos miran por encima del hombro, deberías ya estar acostumbrado Jean.

Ante aquellas palabras llenas de verdad, Jean no podía hacer nada más que asentir, pero había algo dentro de él, que le decía que debía volver aquel lugar y ver nuevamente a Camille, nombre que desde ya se le hacia el más hermoso del mundo.

Fue entonces que sin temor alguno Jean replico a Frederick:

- Es cierto que somos de diferentes clases sociales, que siempre he recibido ese tipo de miradas llenas de desprecio, y que posiblemente las reciba toda la vida, pero ¿acaso no somos libres de amar sin importar la clase social? Es la única libertad que podemos permitirnos los pobres. Frederick, yo así no pueda alcanzar su amor, al menos quiero poder observarla desde lejos, quiero sentirme libre amando con todo el corazón, que sentirme esclavo por negar mis sentimientos debido a la razón. – finalizo Jean lleno de convicción y decisión.

Frederick solo suspiro y añadió:

- Eres un verdadero romántico Jean... sabes que esa manera de pensar solo te traerá muchos problemas- en ese instante el joven pelinegro hizo una pausa, se acercó a su amigo puso su mano sobre el rostro de este y mirándolo con suma amabilidad prosiguió:

- Te ayudare en lo que haga falta, puedes confiar en mí...

Ante estas palabras Jean sonrió con mucha alegría, por la comprensión de su incondicional amigo, que estaba con él en buenas y malas, se preguntaba a si mismo que sería de él sin Frederick, ahora se sentía más en deuda que nunca, si una cicatriz ya los unía, ahora este gesto no los separaría jamás.

Al día siguiente de aquella charla con Frederick, Jean volvió a aquella ostentosa mansión, ubicada en los barrios más lujosos de París, con mucha cautela se acercaba por las rejas, para ver si así podría alcanzar visualizar a su amada Camille, y grata fue su sorpresa al darse cuenta que ella salía al jardín, aquel maravilloso jardín lleno de flores multicolores, pero está no se encontraba sola, a su lado estaba aquella mujer delgada de contextura huesuda pero de semblante amable, que siempre estaba haciéndole compañía.