Capítulo IV - La Propuesta

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Los días para Jean no habían sido fáciles, una semana había transcurrido desde que fue echado de manera prepotente y brusca de aquella mansión, el dolor no desaparecía, ni lo haría por un tiempo, la herida aun no podía curarse, el orgullo de Jean había sido severamente dañado, pero aquello no era lo peor que podría sucederle, algo peor se avecinaba y pondría en jaque su vida.

Cierto día en que Jean debía ir a trabajar, con el corazón roto y sin ánimos de recorrer las calles, sin tener ninguna opción , o un severo castigo lo esperaría, tuvo que sobreponerse a su pena, y salir a trabajar, Frederick sabía bien lo que le ocurría a su amigo, pues fue quien lo encontró aquel día, con los ojos llorosos y sumamente triste, y aunque lamentaba profundamente la condición de Jean, comprendía que tarde o temprano sucedería, los ricos debían estar con los ricos, y los pobres con los pobres, o terminarían sufriendo el terrible destino que ahora padecía su amigo.

Frederick ya no decía palabra alguna sobre lo acontecido, trataba de platicar de temas que pudieran hacer olvidar los malos ratos, cosas irrelevantes para tratar de pasar el tiempo, pero al parecer esto era imposible, aquella radiante sonrisa de Jean había desaparecido, y aunque cuando trabajaba este trataba de sonreír, aquella sonrisa se formaba falsa y sin brillo, esta persona ya no era su querido amigo, Jean había desaparecido.

Los días trascurrían y la falta de motivación de Jean había ya empezado a mostrar terribles resultados, mermando el dinero que acostumbraba a traer diario, que era ahora escaso, los trabajos se habían vuelto difíciles de conseguir, las personas cada día se ajustaban más los bolsillos, ya no podían solventar ni sus propios hogares, y sumado a la depresión en la que estaba sumado Jean, causó que su tirana familia, empezara a verlo con un desprecio notorio, mucho más que antes, su tía se negaba a darle de comer, y el marido de aquella mujer, abusaba con sus malos tratos y ofensas.

Ambos despreciables seres, aprovechando que Jean no se encontraba en casa una tarde, empezaron a conversar sobre él y con malas intenciones comenzaron a fraguar un plan:

- No es posible que aquel muchacho estúpido no pueda traer más dinero... ¿Cómo vamos a comer?... aquí todo lo tiene fácil, un techo, ropa, comida... ya no podemos mantenerlo mas.- dijo Genoveva.

- Es cierto mujer, aquí todo lo tiene, si no trae dinero no come, ya tiene dieciséis años, es un bueno para nada, con trabajar en los mercados y ofrecer flores no podrá traer suficiente dinero, ni quedándose hasta la medianoche logra traer más que unas miserables monedas... él ya debe hacer otro tipo de cosas, que sea de utilidad para nosotros.- comento el hombre con una sonrisa malévola en su rostro.

Ante estas palabras la mujer respondió:

- Pero Hugo, querido, el muchacho es muy honrado, nunca ha hecho cosas fuera de la ley, no podemos obligarle hacer otro tipo de cosas.- finalizo la mujer con temeridad.

El hombre mirándola a los ojos y con mucha determinación añadió:

- Aquí todo debemos hacer lo que fuera para sobrevivir, y si el inútil de tu sobrino no quiere robar, pues habrá que buscar otra manera de buscarle provecho alguno, además el muchachito no está de mal ver, podrían ofrecer algún dinero, por él, nunca falta algún rico con extraños gustos...-

Genoveva al oír las palabras de su marido quedo atónita, una cosa era obligarlo a trabajar, pero otra cosa venderlo, aunque odiaba al muchacho, no podía evitar pensar que lo que Hugo pensaba era atroz, pero no podía contradecirlo, y si este decidía hacerlo, ella no se opondría, aunque su alma se condene y su corazón se petrifique aún más.

El día tampoco había sido provechoso para Jean, no había logrado obtener más que dos miserables monedas, que no alcanzan ni para un mendrugo de pan, Frederick estaba muy afligido por su amigo, ya que sabía lo mal que le iría en casa, al traer tan poco dinero. Frederick muchas veces quiso que Jean fuera a casa de él, pero siempre este se negaba a aceptar la oferta de su amigo, tal vez porque comprendía que Frederick tampoco la pasaba bien al mantener a sus hermanos pequeños y a su madre, cabiendo también la posibilidad de que Jean no quisiera abandonar al único pariente que tenía con vida, su tía Genoveva, a quien nunca entendió por el odio desmedido que sentía contra él, pero era imposible odiarla, ella era su familia y así seria siempre, por lazos de sangre que nunca se romperían.

Le Petit Lys - Double AmourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora