Chuck:

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Desde la pelea Chuck y yo somos cercanos. Es un chico increíble, me pregunto por qué las mejores personas deben pasar por lo malo, mientras que las peores siempre salen victoriosas. He descubierto cosas sobre su vida, tanto malas cómo buenas.


Era miércoles y me dirigí a la escuela, al llegar me encontré con Chuck.


-Hey- me saludó dandóme un breve abrazo


-Hey- le imité


-Kris, debo decirte algo


Debe decirme algo. Eso hacen los amigos. Yo no tengo amigos.


-¿Qué quieres decirme?- sonreí lo más amable posible


Sin embargo Chuck me agrada.


-Mi madre últimamente me ha estado preguntando sobre mis amigos- se rascó la nuca- y le conté sobre ti


Lo miré indicando que siguiera hablando pero el chico sólo tartamudeaba, avergonzado.


-Quiere que vengas a cenar- inmediatamente fijó su vista en el suelo


Chuck es tímido.


-Está bien


 No tiene nada de malo. Quiere conocer a la única amiga de su hijo, es comprensible. Al parecer, este mismo día iría a cenar a su casa. Me habló sobre su madre, según él es una mujer anciosa, perfeccionista y dramática, cómo la mayoría de las mujeres. La campana que indica que debemos entrar a nuestras clases sonó, Chuck se dirigió a biología y yo a literatura, con Jake.


 Mientras caminaba por los pasillos, me preparaba mentalmente sobre qué haría al entrar. Lo hago desde hace años. Siempre me digo que tengo que tener la mirada perdida o al menos fijar mi vista en mi pupitre. Al llegar había demasiado ruido, el profesor todavía no había llegado y todo era un descontrol. No le hice caso a la situación y me dirigí hacía mi lugar, pero encima de él estaba sentada Paige, mi peor pesadilla, aquella chica que insultó a Chuck.


-Miren a quién tenemos aquí- rió, sus complices la imitaron


No respondí.


-¿Hoy estás muda?- su voz me repugna, tanto que sería capaz de cortarle la garganta así no volvería a escucharla- ¿Tu padre te ha dado un nuevo golpe?


Apreté mi mandíbula.


-¡Oh sí! Miren a esta estúpida- resaltó la última palabra- Déjame decirte algo, te mereces cada uno de esos golpes- se acercó mucho, demasiado para mi gusto- Te mereces muchos, muchos más


Pisó mi pie con uno de sus tacones de treinta metros. Mordí mis labios en el acto, no iba a darle el gusto de alterarme. Pero sin embargo siguió apretando sus tacones contra mi pie, seguramente dejando un herida que tardaría en cicatrizar.

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