Un pueblo de mala muerte

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¡PUM!

Me estampé contra algo rasposo, y aturdida me levanté del suelo como pude. Miré hacia la derecha y vi a Alicia durmiendo en un sillón de autocar con el cinturón puesto. Miré al frente y vi con lo que me había dado el golpe: el sillón de delante. Me volví a sentar y miré hacia la ventana que había a mi izquierda, ya habíamos llegado al pueblo más cercano, pero nadie parecía darse cuenta de eso.

- ¡Psst, Alicia, despierta!-dije susurrando.
Pero Alicia ni se movía. Giré la cabeza hacia atrás y vi a Zoe durmiendo y a su derecha Astrid estaba escuchando música.

- ¡Ei, Astrid! ¿Porqué no bajamos?-ella se quitó los auriculares de las orejas y dijo:
- Perdón, ¿Qué has dicho?-rodé los ojos y me posicioné mejor en la silla, para no tener que desencajarme la cabeza.
- Te he preguntado porqué no bajamos.-ella pareció pensárselo pero después se encogió de hombros. Yo me volví a girar y justo un profesor de cabello negro y alvorotado, que vestía con un chándal verde gritó:

- ¡A DESPERTARSE!-se oyó el pitido de un silbato y Alicia pegó un bote.- ¡AHORA MISMO SON LAS CINCO, TENÉIS HASTA LAS SIETE PARA HACER LO QUE QUERÁIS, SI SÉ ALGO DE MAL COMPORTAMIENTO, O SE LLEGA DIEZ MINUTOS TARDE EN LA PARADA DE EL AUTOCAR, SERÉIS SANCIONADOS O EXPULSADOS DEL COLEGIO! ¿ESTÁ CLARO?
-¡Sí!- dijimos todos al unísono.
- Podéis iros.
Nos levantamos todos a la vez y yo cogí mis cosas mientras que los que se sentaban atrás salían hacia la puerta. Cuando todos habían pasado me levanté, y me dirigí hacia la puerta de el autocar, bajé las escaleras y me fui directa al grupo donde estaban las demás.
- Ya era hora, tenemos cosas muy importantes para hacer como para que salgas la última- dijo Juliette-. ¿Por dónde empezamos?

- Deberíamos ir a una tienda de cosmética y comprar tintes- dijo Miriam-, después vamos a una tienda de pinturas y compramos aerosol para graffitis, y por último vamos a una papelería y compramos un par de cartulinas grandes.

Nos miramos todas, Zoe hizo un señal para ir todas hacia la derecha y la seguimos. La calle era estrecha, apenas podía pasar un automóvil, los edificios eran bajitos, grises y con la pintura un poco deshecha. Durante todo el trayecto no nos habíamos encontrado con ni una sola persona, y casi no había ni una tienda.

- ¿Seguro que es por aquí?- pregunté.
- Espérate un rato ¿vale?- contestó Zoe.
Me callé y seguí andando con la mirada al frente, las demás también parecían confusas. Poco a poco empezamos a oír un murmullo de gente hablando. Nos aproximabamos a una plaza gigantesca dónde habían niños, adolescentes, y adultos. En definitiva, la gente que no estaba por las calles estaba toda en los bares de la plaza hablando, seguramente, sobre cosas triviales o sobre chismes.

- Vaya, ¿De repente la gente se cansó de ser silenciosa, o que?-dijo Juliette con cara de estar divirtiéndose-.Son como fantasmas, aparecen cuando menos los necesitas. Aunque al menos sabemos que el pueblo no fue destruido por un ataque ninja.

Localizamos las tiendas que queríamos distribuidas por toda la inmensa plaza.

- Propongo de hacer tres grupos de dos y cada una compra lo que necesitemos según la tienda. Y después nos encontramos de nuevo aquí-todas me miraron como si estuviera loca, y después sonrieron a la vez y asintieron. Me cago en todo lo que se menea. ¿No se dan cuenta de que eso da miedo?-. Yo voy con Alicia, Juliette con Miriam y Zoe irá con Astrid.

Alicia se me acercó mientras sacaba sus diez euros, nos dirigimos hacia la tienda de cosmética, que al parecer estaba justo al lado de la papelería. Cuando abrí la puerta un pequeño cascabel sonó y de inmediato una señora de unos setenta años salió a recibirnos.

- Buenos días señoritas, ¿Qué desean?-ella sonrió y junto sus manos encima de su barriga tenía una sonrisa cálida, de esas que tienen las abuelitas que preparan nocilla con galletas para sus nietos.

Un nuevo mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora