Horas caminando, ya no sentía las piernas y era tanto el frío que los huesos me dolían. El viento parecía estar a punto de llevarnos por los aires, por lo que yo cargaba a Ginger entre mis brazos.
Esto se puede describir en una sola palabra: ¡Horrible!
Gracias a los Hwang, a los Dioses o a quién sabe qué, de nuevo la suerte parecía estar de mi lado y encontré después una cueva, pequeña, pero ahí podríamos descansar hasta que el clima se calmase un poco.
Entramos y no había mucha diferencia, pues aún hacia frío, pero al menos el viento no nos estaba empujando hacia cualquier lado. A Ginger lo dejé en el suelo, me senté al final de la cueva, donde parecía haber un poco de calor, y él se acurrucó a un lado mío.
Fui una tonta al pensar que esto sería fácil. Pero no iba a regresarme, ni tenía ganas de hacerlo. Cada vez que sentía o pensaba en rendirme... el rostro de esa chica aparecía en mi mente, recordándome el por qué estaba haciendo esto y dándome fuerzas para continuar.
Sonreí.
Ahora tenía la oportunidad de tener amigos. A Baekhyun le consideraba un amigo, y sé que era mutuo, esperaba que la chica pudiese ser amiga mía también. Pero no estaba muy segura.
Cerré los ojos por el cansancio. Y sólo parecía haber pestañeado, pero al abrir los ojos... ¡Ya era de día! Podía sentir el calor en mi cuerpo.
En la noche, frío; y en el día, calor.
¿Quién te entiende, desierto?
Extrañamente no me sentía cansada, y el dolor anterior había desaparecido mágicamente. Decidí comenzar a caminar antes de que se hiciera más tarde.
-Muy bien, andando. -Me levanté-Vamos, Gin... ger... -Miré a mi lado y él no estaba.
¿Ginger, dónde te habrás metido?
Me preocupé mucho por él, salí corriendo de la cueva y la luz del sol casi me deja ciega. Tuve que cerrar los ojos y colocar las manos sobre mi rostro, quemaba... Al recuperarme de mi ceguera temporal, caminé y caminé, siguiendo unas huellas que deseaba que fuesen de Ginger.
-¡Ginger! -Llamé- ¡Ginger! -Grité más fuerte- ¡¿Ginger, dónde estás?!
Escuché no muy lejos sus ladridos y pensando que pudo haberse topado con algún animal peligroso, corrí, siguiendo los ladridos.
Pasé junto a un pilar de arena, y detrás estaba él, aún ladraba. Pero al acercarme, notó mi presencia y corrió hacia mí. Parecía asustado.
-¡Nunca te alejes así de mí! -Pero siguió ladrando, ignorando el regaño, cosa que jamas había hecho antes; siempre que le regañaba él por lo general bajaba la cabeza- ¿Qué ocurre, Ginger?
Miré hacia donde ladraba y...
Se acabó mi suerte.
Sólo bastó escuchar ese maraquear, para saber que se trataba de una serpiente. ¿Qué serpiente? Como era de esperarse, el color de la arena le servía de camuflaje, pero gracias a su movimiento pude verla, una víbora cascabel para ser exactos.
Definitivamente, se me había acabado la buena suerte.
Me quedé paralizada, obviamente, ¿qué iba a hacer? Algún movimiento de mi parte, y seguramente no saldría viva del desierto para contarlo. Y además no sólo yo peligraba, también Ginger, y no sólo nosotros, no podía morir ahora... ¡La vida de la chica dependía de mí!
¡No estoy arriesgándome por nada!
Lentamente llevé mi mano a mi cinturón, y fui sacando la espada lo más lento que mi cuerpo tembloroso me permitía. Estaba preparada. Había escuchado que las serpientes, generalmente, al sentirse amenazadas tendían a atacar al instante.