La mayoría de las personas del pueblo estaban allí, eso sí que era raro.
¿Qué los tiene a todos reunidos en la institución?
-Oye... -Llamé la atención de un niño, quien se encontraba sentado jugando, o mejor dicho, haciendo origami con una hoja de papel sobre la mesa- ¿Sabes por qué todos están acá? -Le pregunté suavemente, era el niño más tierno que había visto.
El niño subió la mirada y me vio por unos segundos, sin embargo volvió a bajar la mirada, sin responder a mi pregunta.
Qué raro. Bueno, tal vez no sabía o quizá no le gustaban los extraños. De seguro sus padres le dijeron que no hablase con desconocidos.
-¡Permiso! ¡Todos háganse a un lado! -Escuché gritos a mis espaldas.
Me volteé y noté que todas las personas parecían alarmadas. Entre cuatro hombres llevaban a una chica, aparentemente joven, entre sus brazos. Me tuve que apartar, porque de lo contrario me pasarían por encima.
La chica abrió un poco sus ojos y enfocó la mirada directamente en mí, haciéndome temblar. Todo pasó en cuestión de segundos. Sus labios modularon la palabra "Ayuda" y luego terminó por desmayarse.
Me pregunto qué le habrá pasado. ¿Será que está enferma? ¿Estará bien?
Me acerqué un poco y llevé mi mirada al suelo. Se le había caído algo de la mano, era...
Una rosa de color rosa.
Levanté rápidamente la vista, pero la chica ya no estaba dentro de mi campo de visión. Inevitablemente, me sentí preocupada por ella, aunque no la conocía.
Volví a mirar al suelo.
¿Debería recogerla?
-Mmm...
¿Qué puede salir mal?
-Es sólo una rosa...
Dudando un poco, tomé la rosa con mi mano derecha y la observé detenidamente.
La raíz se veía muy deteriorada, esa rosa parecía haber sido arrancada bruscamente. Se habían caído dos pétalos.
Era extraño para mí, era la primera vez que veía una rosa de ese color, generalmente no habían rosas en el pueblo y, si es que las habían, solían ser rosas rojas y no de ese tipo.
Por alguna razón no quise botarla. La apreté firmemente en mi mano y salí de la institución, pasando por la iglesia y siguiendo el camino que me llevaría hasta mi casa.
Mi hogar estaba hecho de madera, como todas las casas del pueblo, a excepción de algunas que habían sido construidas con piedra e incluso barro. Vivía sola, con mi cachorrito de color negro.
No tenía amigos, y la verdad no tenía idea de por qué. Mis padres... no los recordaba, no sabía si llegué a conocerlos, no recordaba nada de mi infancia, sólo sabía que...
Mi nombre era Kim Taeyeon, una chica un poco baja, de piel blanca y rubia. Esa era mi casa y ese mi cachorro, llamado Ginger. Y eso es todo.
No iba a comerme la cabeza tratando de saber algo más sobre mi vida, tenía el presentimiento de que sólo perdería el tiempo.
Cerré la puerta después de entrar, y fui a la cocina, coloqué la rosa sobre la mesa y dediqué 2 minutos para observarla mejor.
No sé por qué me llama tanto la atención, es sólo una rosa.
-Sí, sólo una rosa...
[...]
No sabía en qué momento me había quedado dormida, pero desperté exactamente en la cocina, todo estaba como lo había dejado.
¿Por cuánto tiempo habré dormido?
-Ginger... -Vi que estaba dormido en mi regazo- Hey, amigo... -Lo acaricié hasta que despertó- Vamos a la cama, ya debe ser tarde. -Agregué notando que por la ventana podía ver el cielo oscuro y la leve luz de la luna.
Me levanté y en uno de los gabinetes de la cocina busqué una vela, la cual encendí para no estar a oscuras. Miré a Ginger esperando a que me siguiera hasta la habitación, pero él se sacudió y corrió hacia la biblioteca.
¿Qué le pasa?
Bueno, no creí que fuese la gran cosa. Estaba a punto de caminar hacia la habitación, cuando conseguí distinguir un reflejo de luz por el rabillo del ojo.
-¡¿Pero qué...?!
Mis ojos no podían creer lo que veían, yo no podía creer lo que veía.
-Esto es... imposible.
La rosa estaba... ¡Brillando!
¡Cielos! Eso era increíble... ¡No podía ser mi imaginación! La rosa estaba brillando.
Esto no es normal, no es posible.
Corrí rápidamente y la tomé, observándola fijamente, no podía dejar de mirarla... Era tan hermosa.
Sentí que algo lastimaba mi mano derecha, ardía, dolía... ¡Quemaba!
Solté la rosa y esta cayó sobre la mesa. Ginger regresó corriendo y mordió mi zapato, poca importancia le di en ese momento. Levanté mi mano y acerqué la izquierda, con la que llevaba la vela, para mirar mejor mi mano.
Casi me da un infarto.
¡Había una marca negra en mi mano!
Parecía un tatuaje... uno muy extraño, lleno de símbolos y otras cosas que no sabía qué eran.
Volví a mirar a la rosa y esta dejó de brillar.
¡¿Qué demonios está pasando?!