[04]

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  Nada.



Hoy era día de fiesta en casa de los Vargas.

Feliciano se le ocurrió la gran idea de invitar a medio instituto para una semi-fiesta de despedida. El ciclo universitario estaba a la vuelta de la esquina y tenían que aprovechar su juventud lo más antes posible. Lovino juró escuchar decir a Francis que tenía una lista de chicas de diferentes razas y culturas para tener citas, y de sólo saberlo le mareaba —aunque él no era el más adecuado para discutir de ello—. 

Él odiaba tanto a los amigos de su hermano.

Aunque él no tenia amigos. Y Antonio no contaba como un amigo.

De todas maneras odiaba a los amigos de su hermano.

El italiano yacía sentado en un sofá de cuero tapizado de color negro, con una copa de vino en su mano izquierda y en la derecha un trozo de queso. Así, a lo elegante. Francis elogió su vestimenta: una camisa negra y unos pantalones formales del mismo color, zapatos marrones y su cabello peinado ligeramente hacia atrás. Arrugó la nariz al escuchar al francés hablar sobre la moda y diferentes tipos de vinos de uva. 

—Los norteamericanos no tienen cuidado de nada —dijo sin el mínimo disimulo al referirse a Alfred, quien estaba a espaldas de ellos—. Imagínate, los americanos se emborrachan con unas tres copas de cerveza mientras nosotros los franceses con unas... —su dedo indice acaricio su barbilla, pensativo— unas seis copas de vino. Claro, las damas tienen que vernos lo más elegantes posibles ante cualquier situación.

—Eres un maldito pervertido —comento Lovino, arqueando una ceja al notar una sonrisita depravada del francés.

—No, sólo me gusta estudiar las cosas a fondo —divisó una cabellera rubia a lo lejos, tratándose de un canadiense en particular. Sus ojos soltaron chispas como tal encendedor y corto de forma brusca la conversación, levantándose del mueble—. Disculpa, en estos momentos tengo que hacer unos análisis.

Lovino suspiró aliviado. Al fin solo, se dijo a sí mismo. Bebió un sorbo de su vino tinto, dejándose llevar por la sensación del sabor.

—Ve~Fratello! —una de las muchas voces que no quería escuchar en ese momento le llamaba.

—¿Ahora qué quieres Feliciano? —inquirió sin ganas, el semblante serio y la mirada fría.

—¡Antonio esta recitando canciones en el patio! ¿No quieres venir? Por favor, canta muy bien! ¿No canta bien? —hablo con entusiasmo. Lovino miro por detrás de Feli, notando al Macho Patatas con una notable crisis existencia. Lovino se pregunto si serian celos o una crisis por sus sentimientos por su hermano. Prefirió ignorarlo.

—De acuerdo. Iré a verle... —dijo mientras dejaba la copa en una mesita de noche, levantándose del sofá.

—¿Verdad?

—¿Verdad qué? —bufo irritado.

—¡Canta bien!

Lovino desvió la mirada al suelo de mármol blanco. Sus labios formaron una linea apretada y cambio su peso de un pie a otro. Le pregunta le había incomodado a la verdad. Miró de nuevo a su hermano, encontrándole con esa sonrisa de tonto que odiaba tanto. Entonces se dio cuenta que no podía mentir ante esa pregunta.

—bien no, hermosamente bien.



Cada uno de los chicos; Iván, Yao, Kiku, Alfred, Arthur, Antonio, Francis ...Matthew... Yacían sentados alrededor de una fogata hecha por Alfred; Arthur intentó hacer una parecida, pero fue un fiasco total. Iván contaba un historia de terror, sacando más de un grito de Alfred, causándole una gran felicidad a Arthur por alguna extraña razón. Yao apenas prestaba atención, esa historia ya la había escuchado en una de sus citas con el ruso, y no era de las más aterradoras que Iván sabía. Antonio ajustaba las cuerdas de su guitarra. Matthew se aferraba de Francis y éste se aferraba a Matthew con una excusa de miedo, pero en realidad sólo quería tocar al canadiense. Kiku tenía el ceño fruncido, confundido por la reacción de los demás.

Cántame. [Spamano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora