Capítulo 8: "¿Mi prometido?"

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Al otro día Natasha había salido del departamento de Joey Tyler en el cual él ya no se encontraba, aquello era lo que ella más temía, el despertar sola y ahí se encontraba viviendo su realidad. Ella lo sabía, Joey Tyler era de esa clase de chicos que solo te buscan por diversión, lo presentía y aquello era completamente cierto, ella había cavado su propia tumba.

Reviso su celular y había veinte llamadas perdidas de sus padres, seguramente una buena llamada de atención le esperaba.

—Mamá, papá...—dijo entrando por la puerta de la suite del hotel.

—¡Natasha! — gritó su madre corriendo hacia la entrada y abrazándola.

—¿Te encuentras bien, estas herida? — dijo su padre mirándola preocupado.

—Estoy bien. — respondió tranquila Natasha después de ver a sus padres tan preocupados por ella.

—¿Tienes idea de cómo nos tenías de preocupados? — dijo la madre de Natasha.

—Estoy bien, perdón por preocuparlos.

—Natasha, hermosa mía... no vuelvas a desaparecer así. — escucho aquella masculina voz que la sorprendió por completo, sus ojos se abrieron al ver aquella figura masculina con aquella sonrisa malévolamente seductora.

—¿Dominic? ¿Qué haces aquí? —preguntó confundida, abriendo sus dos hermosos ojos azules para posarlos en aquel magnate griego.

—¿Esa es tu forma de saludar a tu prometido? — lo dijo alzando una ceja y sonriendo mientras volvía a posar sus ojos pasándolos por todo el cuerpo de Natasha.

—¿Mi prometido? — dijo ella sorprendida y mirando a sus padres con gesto de confusión.

—Hija, el Señor Virtanen llego hoy en la mañana desde Grecia a pedir tu mano y nosotros lo hemos aceptado. — dijo su madre.

—¿Qué? — dijo ella soltando aquella pregunta casi como un grito.

—Así es amada mía, nos casaremos. —sonrió de lado con seguridad y pronunciando con aquella gruesa voz que el magnate griego poseía.

—¿No creen que tienen que preguntármelo a mí? — dijo ella ofendida.

—Es la mejor opción además el señor Dominic Virtanen está dispuesto a hacerte feliz por el resto de tu vida. — dijo su padre.

—¡No lo voy a permitir! ¡Ustedes no pueden controlar mi vida! — dijo ella saliendo por la puerta de la suite, bajo por el elevador y caminó rápidamente por las calles de Nueva York.

—¿Frankie? Te necesito amiga. — dijo hablándole por teléfono a su amiga.

—Querida, ¿en dónde estás? —preguntó del otro lado de la línea Francesca al escuchar a su amiga alterada, podía percibir por su tono de voz que algo no iba bien.

—Voy de camino a tu departamento. —dijo antes de finalizar la llamada.


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