16.

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No.
Me negué.
Arrugué las hojas y las lancé iracundo contra la pared.
Quise borrarlo todo y volver a empezar. Arrojarlo a la chimenea y ver cómo ardía, regocijándome en el dolor de las letras y el humo gris de historias brutalmente asesinadas.

Pero nunca he tenido coraje para cometer un homicidio múltiple, y limpiar la chimenea es muy cansado.

Tinta y oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora