Capitulo 5

1.1K 84 14
                                    

Estaba consciente de que no era una cita propiamente dicha, solo estaba ayudando a Alfonso, como amiga, en un asunto referente a su trabajo. Aun así desde que me levanté no hice otra cosa que pensar en qué me iba a poner.

Estuve lista media hora antes. Con un vestido color marfil sin espalda que llegaba, castamente, cuatro centímetros por encima de la rodilla y unos tacones que me permitirían mirar aAlfonso directamente a los ojos. Recogí mi cabello marrón oscuro, que normalmente me llegaba hasta los hombros, en un discreto moño detrás de mi nuca y me apliqué una prudente capa de maquillaje.

Luego no me quedó de otra que dar vueltas como un león enjaulado hasta que fuese la hora indicada.

Con una puntualidad inglesa, a las ocho de la noche Alfonso estaba tocando a mi puerta.

-Luces espectacular -fue lo primero que dijo en lo que abrí, y toda su expresión respaldaba sus palabras, pero era una simple admiración desprovista de lujuria y eso, no sé por qué, me entristeció.

-Tú también -dije no solo para regresar el cumplido. Si había creído que se veía bien en vaqueros, en un traje azul marino de raya diplomática y una corbata roja, era la imagen del hombre con el que cualquier persona querría ir a cenar.

-Ocean Food es el nombre del restaurant. ¿Lo conoces?

-Sé dónde está. -No era el tipo de lugar en el que pudiese permitirme ir a cenar.

-Podemos tomar un taxi en la esquina -me dijo en lo que salimos del edificio.

-Si vamos a hacer de agentes encubiertos, mejor hacerlo con estilo -dije tocando la alarma de mi BMW.

-¿Este es tu coche? -preguntó curioso al ver las luces pestañear-. ¿No necesitan un mensajero en esa oficina de abogados?

-¿Este cacharro viejo? -Puse la llave en el arranque y la giré-. Tiene cuatro años conmigo. Mi papá me lo regaló cuando cumplí veintiuno.

-Eres muy joven -dijo casi en susurro.

- No sé cómo lo hiciste, pero no sonó como un cumplido. ¿Cuántos años tienes tú?

-Treinta y dos.

-Está bien abuelito, aprecio la compañía tipos mayores, solo si saben cocinar.

En menos de quince minutos estábamos en el restaurante y éramos escoltados hacia nuestra mesa.

El local estaba a reventar de gente bien vestida que bebía vino y comía platos delicadamente elaborados sin percatarse realmente de su sabor, solo exhibiendo su presencia en el lugar como un símbolo de estatus. Yo había sido uno de ellos.

Pero esta noche no era sobre eso. No se trataba de evaluar un sujeto por el lugar al que pudiera llevarte, de ver y de ser vista. Era simplemente un ejercicio honesto de ayudar a un amigo y, en el proceso, pasar un buen rato espiando el negocio de otros.

A tal fin elegimos platos distintos del menú para que ambos pudiéramos probar una más amplia selección. A los ojos de cualquier incauto podíamos parecer una pareja que agarra bocados del plato de otro y comparten risas con miradas cómplices. Nadie sabía que las sonrisas y la conversación se referían a la evaluación que hacíamos sobre la calidad del servicio, la vajilla, los manteles y la comida en sí misma.

-¿Sabes una cosa? -le pregunté a Alfonsomientras ponía en mi boca una imitación de un estofado de lomo de cerdo y digo imitación porque la carne era una mera insinuación y el plato estaba lleno de decoraciones y espumas que realmente no sabían a nada-. Tu comida le da una patada en el trasero

a esta en cualquier día de la semana.

-Agradezco la solidaridad, pero esto está muy bueno -dijo poniendo en su boca un pedazo de dorado a la plancha que descansaba sobre una tartaleta de hojaldre, por lo que no se sabía si los tres pequeños rectángulos del tamaño de una caja de fósforo eran un postre o un plato principal-. Yo no puedo cocinar así.

El Vecino Perfecto(AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora