Me quedé atónita. No daba crédito a lo que estaba sucediendo. Las cosas estaban pasando tan rápidas pero a cámara lenta, que no me dio tiempo a asimilar la situación, no pude tomar los estribos de todo esto. Veía que esto me venía grande. ¿Por qué me habló Rocío de Michelle? Os juro que como ella haya tenido algo que ver con lo ocurrido, se pudre en el internado y en todas partes, me da igual dónde.
Acompañé a Rocío al hospital y no me separé de ella en ningún momento. En el camino sólo podía pensar en cómo podría encontrar a la persona que le hizo esto. Ella era una chica muy pacífica, por lo que me parece rarísimo que se pelee con alguien, y más hasta llegar a ese extremo. Respecto a Alba, le avisé por teléfono y se pasaría más tarde por el hospital a verla.- ¿Adónde me llevan? -preguntó Rocío.
- Al sitio que aparenta ser malo, pero es lo mejor que puede pasarte en la vida.
- ¿Ah sí? Qué extraño... Es muy contradictorio. -dijo entre una risita tonta, y aturdida por el golpe.
- Ajá. Allí tus deseos son casi órdenes. Hay unos duendes que te hacen todo y velan por tu salud, y unos gigantes que son los buenos del cuento; al principio dan miedo, pero luego son lo mejor. El sitio se llama hospital, un nombre feísimo, pero tiene su encanto. -reí, pero con matices de tristeza. Parecería estúpida hablándole así a una chica de una considerada edad, pero en esos momentos Rocío no sabía nada, era una chica inconsciente en este mundo de locos.
Rocío se limitó a observar el vehículo y a sonreír. Realmente me daba miedo que pudiese quedarse así, más tonta de lo normal; que lo olvidase todo, hasta hablar.
- Por favor señorita, no puede pasar.
- Pero es mi mejor amiga, no puedo simplemente dejarla sola ante el peligro, es decir, ustedes.
- Señorita no nos falte el respeto. -me replicó la enfermera.
Yo pasé de sus comentarios y en un movimiento sutil mientras la enfermera se despistaba hablando "conmigo", me colé hasta la sala en la que se encontraba Rocío. Estaba llena de cables, como un árbol de Navidad. Y para nada me gustó esa imagen, la odié para la eternidad.
- Pequeña, mi querida rubia... -susurré mientras le besaba la frente antes de irme, para que no me pillasen.
Con lágrimas en los ojos me dirigí a una casa a la que nunca pensé que iría.
La casa de Diego.
Sé que estamos saliendo juntos, pero sus padres son tan estrictos y yo lo odiaba tanto... Aunque en estos momentos, él era el único capaz de hacerme algo feliz. De hacerme un poco menos depresiva, pues sabía que a Rocío puede que no le quedase mucho tiempo de vida.
Llamé al timbre, arrepintiéndome en el mismo instante de hacerlo. Me reí, pues el sonido del timbre era una trompeta; algo muy usual, muy común por supuesto. El timbre les serviría de despertador seguramente. Estaba navegando por el mar de mis absurdos pensamientos cuando me di cuenta de que Diego estaba al otro lado de la puerta mirándome con una ceja levantada.- Hola por una décima vez. -dijo Diego riendo dulcemente.
- Hola. - contesté riendo entre dientes.- ¿Puedo pasar?
- ¡Claro! Mi casa es tu casa. Pasa.
Entré y no era como yo me la esperaba. Me imaginaba una casa lujosa y típica de unos padres muy trabajadores y con trabajos muy importantes, sin embargo el sitio era bastante normal. Ni pobre, ni lujoso; ni desordenado, ni todo perfectamente colocado. Eso, en parte, me encantaba. La sencillez para mí era muy importante.
- Necesito hablar contigo.
- Ven, sube a la otra planta que allí está mi cuarto.
Le seguí y cada vez que pisaba un escalón de la escalera, mis piernas se hacían más pesadas. Esos escalones me recordaban el dolor que debe estar sintiendo Rocío, me recordaban mis esfuerzos en conseguir algo y no obtenerlo; simplemente, me recordaban todo lo que me hacía sentirme mal, débil.
- Oye, ¿estás bien? Te noto algo tensa.
- Tranquilo, ahora te lo cuento todo.
Pasamos a su habitación, y era bastante pequeña. Tenía tres armarios enormes y eso hacía que el espacio entre su cama y los armarios fuese mínimo. Las únicas cosas grandes de la habitación eran el escritorio y, como mucho, la ventana.
Me acomodé en su cama y él se sentó a mi lado. Me miró y sobraron las palabras, estaba esperando mi gran discurso.- ... y me fui. Necesitaba animarme y por eso vine aquí. -concluí.
- Es demasiado difícil de asimilar todo esto. Rocío, hasta donde yo sé, odia meterse en problemas. -suspiró.
- Exacto, y es todo eso lo que me hace pensar que todo esto no encaja. Algo se me está escapando y no me estoy dando cuenta.
- Está claro que aquí hay varias personas implicadas en esto. Ese plan no puede organizarlo una sola persona, es demasiado complejo para ello.
- Ayúdame a encontrar a la persona culpable, por favor. -supliqué.
- Está bien. Empieza por pensar con quién ha tenido alguna bronca o si vosotras habéis tenido problemas con alguien últimamente.
- ¿Qué tienen que ver nuestros problemas con lo que le ha pasado a ella? -pregunté.
- Sonia, cariño, en esta vida la gente es muy retorcida. Usan a los peones para atacar a la reina.
- Con la única que he tenido un roce ha sido con Michelle, y con Pablo... - dije dudando.
Diego levantó las cejas, como si la respuesta fuese obvia.
- ¿No lo ves, Sonia?
Recapacité. Todas las imágenes venían a mi mente. Michelle, noche, discoteca, fiesta, le reté, su "primo" está pasando de ella últimamente.
- ¿Es lo que estoy pensando? -entrecerré los ojos.
- Lo es.
- Todo ha sido una venganza.
*No sé por qué pero los guiones los escribo largos y luego al publicar me salen pequeños. ¿Alguien que sepa arreglar este problema?. Saludos ;)
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La Vida En El Instituto Comares
Teen Fiction¡Hola! ¿Qué hay? Mirad, ¿nunca os ha pasado que estáis aburridos en la cama, o todos tus amigos están de vacaciones y tú no o simplemente no sabes qué hacer? ¿A qué os apatece leer una historia que hable del instituto y de todas las amistades, enemi...