Dejarte ir

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pensé entonces que, si tanto lo amo, y tanto me amó, debía insistir, una vez, diez, cien, las veces que fueran necesarias; con los ojos abiertos, cerrados y llorosos; de pie, sentada o hincada. Y, cuando nada funcionó tuve que dejarlo ir.

Un alma pérdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora