Una familia casi normal

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En Surfrider Beach una de las playas de Malibú estábamos a unos veintidós grados centígrados. Era el mejor clima que se podría desear en diciembre. Los chicos habían ido a surfear mientras yo boca abajo lograba disfrutar de los rayos del sol escapaban de las nubes tomando La reina de los cocteles o conocido como un Margarita, la bebida más popular en California Baja. Y estaba esquicito.

-¿Entonces me dirás como te aparecieron esos rosetones en el trasero?- Preguntó Georgie mirándome por encima de sus anteojos y bajando un poco el libro. Era contradictoria la imagen de la rubia con gafas correctivas en la playa y un ejemplar de la literatura inglesa a principios del siglo diecinueve.

-Ya te lo dije- respondí poniendo la copa en la arena y abriendo un poco las piernas para que me diera mejor el sol.

-Sí, pero es que una repentina alergia justamente en esa zona no es muy creíble que digamos- dijo entre risas-. Sólo dime que mi amie* no es una morbosa sexual. (Amie*: Amiga en francés)

-¡Georgiana!- Exclamé sosteniéndome sobre los codos-. Por amor a todo lo santo cállate. Podrían oírte.

Rodó los ojos y chasqueó la lengua.

-Vayamos al grano. ¿Tuvieron o no tuvieron sexo?- se quitó las gafas y las dejo entre sus piernas sobre la tumbona.

Sentí la vergüenza colorear mis mejillas y de mala gana me levante tropezando con mis mismos pies, me coloqué las gafas de sol el sombrero tejido y caminé hecha una furia lejos de ella.

Esto era increíble.

>>Hay que hacer algo con mi privacidad<< pensé con amargura.

Pateé la arena y más furiosa regrese para encararla y querer borrarle la mueca burlona que tan perfecta embozaba.

-No Georgiana- dije apretando los dientes-. No tuvimos sexo.

-Menudo desperdicio mujer- giró a ver hacia el mar y siguiendo la línea de sus ojos que ahora se veían más azules por el mar me encontré con un Ángel haciendo equilibrio sobre una inestable tabla que flotaba sobre alguna ola rebelde.

Me mordí los labios y no pude evitar que mis ojos corrieran por toda su extensión de piel desnuda que lo mirara de una forma para nada inocente. Reconocía que había sido un desperdicio.

Miré su muñeca y se le notaban los dedos de Ian marcados.

-Y no es que Ian y tú la hayan tenido fácil. ¿O es que no piensas tú tampoco contarme que fue lo que se coció entre ustedes anoche que hoy están muy raritos? ¿Eh?

-¿Tú también andas con eso? No molestes- fingió enfado pero la verdad es que estaba sonrojada hasta el inicio del cabello-. Voy a por agua.

Y de muy mal talante se levantó y a trompicones se desapareció entre la gente.

Regresé nuevamente hacia donde había estado llevando sol y tomé mi Margarita. Pude ver entre las cosas de mi amiga una botella de agua sin destapar.

Reí para mis adentros y me quedé boca arriba viendo a Ángel.

La tabla lo mantenía sobre las olas con ayuda de su equilibrio. Las gotas le salpicaban la cara y con malestar de la salitre se pasaba una mano y luego por sus cabellos echándolos hacia atrás.

Llevaba un Boardshort negro con azul y detalles en amarillo, desde aquí podía verle. El torso desnudo y su tabla amarilla sujeta a su pie derecho. En cambio Ian usaba un traje de Surf, se le marcaban los músculos y su maraña rubia era lo que más sobresalía. 

Terminé mi margarita y suspire satisfecha.

Mi teléfono empezó a sonar y empecé a buscar despreocupada dentro de mi bolso.

Aléjate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora