Soneto III: Fuera del edén

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Del edén de tus labios fui expulsado,
pasé las noches buscando un refugio
para vivir a oscuras el estío
y ya no ser de tu piel un condenado.
Me he sentido en tus manos controlado
como en las bravas corrientes del río,
¡Mi cuerpo estaba que no era mío!
El rocío de olivas me había exiliado.
La mar trajo en su espuma enredado
un vestido de seda que te dio
mi sol, que de ti estaba enamorado
y volvió el dolor que tanto había esperado,
me abrazó, me besó y me mintió;
Contigo también se había quedado.

Sonetos de la dulce penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora