Parte 4: Gun

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Todos los momentos son iguales. Cada instante, cada hora, cada año... Todos son la misma sensación de agonía. ¿A caso merece la pena aguantar esto? ¿A caso vivimos por aguantar la inutilidad de la vida moderna? No. No vale la pena. Hay que cambiar.
Pero la gente no quiere. ¡Se niegan! ¡Niegan nuestra misión! No, no les dejaremos. Esto va a cambiar...
Este era el mensaje que oía en mi cabeza, una y otra vez. No para. Me turbia. Me acosa.
¡Demyan! ¿Que estás mirando? ¡La próxima vez que te cace con la cabeza en otra parte te vas fuera de clase!
Me repugna. No tiene conciencia. No tiene empatia. Está vacio. Lo noto. No puedo dejar de sentirlo. No desde que me manifesté como uno de ellos.
¡DEMYAN! ¿QUE COÑO MIRAS?
Palabras vacías para un hombre vacío. Que irónico.
Todos me miran. ¿A caso importa? Parece que nunca a nadie le ha importado.
Me levanto lentamente. Hawx tiene razón. Esta gente se niega. Esta gente no se merece el cambio. Son un estorbo.
Me sitúo en el centro del pasillo, entre las dos filas de mesas. Le miro. No me intimida. ¿A caso se merecen hacerlo?
Me doy la vuelta y comienzo a caminar de espaldas a el, hacia la salida de la clase. Avanzo un par de pasos. Empiezo a notarlo. Otro paso. La sensación es mas fuerte. Otro paso. Se empieza a mover el aire a mi alrededor. Otro paso. Una corriente de aire vuela hacia mí. En ella flotan una gran cantidad de pétalos negros que se formaron de la nada. La nube me traga. Pasa de largo. Me giro. Le apunto con mi pistola negra. Antes no estaba. Ahora está. Nunca llegaré a comprender como funciona. Es casi un instinto. ¿Un don? ¿Una maldición? Dudo que algún día lo averigüe.
Todos permanecen pálidos. ¿Será porque mi ropa no es la de hace un segundo? ¿Será la pistola? ¿O quizás sea el negro?
El hombre retrocede un paso con cara de terror. No para de mirarme. Está diciendo algo, pero no me interesa. Ninguno de los que están sentados en esas ridículas mesas verdes dice una palabra. Tienen miedo. Hacen bien en tenerlo.
No vale la pena seguir esperando. Aprieto el gatillo. Se oye un estruendo en todo el edificio. Es un sonido delicioso. Es el sonido del infinito. Al mismo tiempo, una bala sale disparada hacia su pecho. Lo atraviesa y acaba haciendo un profundo agujero en la pared del fondo, la cual parece que también atravesó.
Me doy la vuelta y me dirijo nuevamente a la salida. El cuerpo del hombre yace en el suelo, rodeado de un charco de sangre. La gente está gritando.
Parece que comienzan a hacer las cosas bien.

Historias absurdas de alguien absurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora