Un mes. Un mes había pasado desde aquel día en el que Rurik había caído del cielo, un mes desde que Astrid mentalmente le declaró todo el odio que tenía, un mes desde que la casa de Jens se convirtió en su nuevo hogar.
Jens no estaba equivocado, sus deberes habían sido tomadas por otro legionario para él mantener bajo supervisión a Rurik. El pelirrojo se había dado cuenta de el gran interés y talento que Rurik tenía por el arte, ya sea en ámbito musical o visual, inclusive en cuanto a lo literario, él tenía un talento nato para aquello. También había descubierto que el "muchacho" era mayor que él, tenía veinticuatro años, en cambio, Jens recién cumplía los veintiún años.
Siquiera había sido tan difícil convivir con Rurik, es más; no le molestaba. Él era muy quieto, pacífico, tranquilo, le ayudaba con los deberes del hogar y no hacía nada que lo molestara. Incluso se quedó sorprendido como no hubo reacción cuando Astrid fue a visitar a Jens, nada, se quedó callado y alejado de ambos. Por más que Astrid le mirara de mala forma o hablara de él despectivamente.
Además, habían pautado no utilizar términos discriminatorios, como Íncubo y Serafín, o algún relacionado con estos.
-Jens, ven acá un momento -pidió Rurik suavemente, su melódica voz llegó a sus oídos-. Si puedes ahora, claro.
Ahí estaba de nuevo; Jens se sorprendía de la cortesía que tenía Rurik, no por el lugar del que provenía, pero en Elíseos nunca había visto a alguien con ese nivel de educación en el sentido de la cortesía.
Jens se sentó frente a él, que estaba en la mesa. Rurik se quedó mirándolo fijamente durante unos segundos y lamió sus labios, como si estuviera analizandolo, luego finalmente, suspiró.
-Eres total y completamente inútil.
El hombre pelirrojo frunció su ceño y estuvo a punto de ponerse de pie, creyendo que Rurik por primera vez había hecho una broma de mal gusto. Cosa que era poco creíble, pero había sucedido.
-¡No! ¡No en ese sentido! -exclamó él y Jens lo miró-. No te ofendas, no te estoy diciendo inservible.
-¿Entonces qué? -cuestionó y volvió a apoyarse completamente en la silla-. ¿Qué quieres decir?
-Jens... -susurró.
Rurik colocó sus manos en las mejillas de Jens, quien se tensó un momento. Pero el pulgar del moreno acarició su pómulo con delicadeza, sus cálidas y suaves manos le daban caricias hermosas.
-La belleza... es totalmente inútil -aclaró-. La belleza fue creada para ser apreciada, no para que tenga alguna función en algo.
Jens no lo entendía, solo estaba disfrutando las caricias que Rurik le daba. Aquellas manos tan delicadas le atontaban, inevitablemente cerró sus ojos, gozándolas.
-Jens... tus rasgos, tu cuerpo. Todo tú... -continuó él en voz baja-. Eres como el arte, pareces esculpido, todo arte es belleza, toda belleza es inservible para algo que no sea ser admirada.
Kozov creía que debía sentirse ofendido; era extraño, no se sentía ofendido, siquiera alagado. Aquella cercanía que tenía con Rurik en ese momento eclipsaba todo eso, y la confusión comenzaba a sembrarse en su cabeza, en su pecho, en su estómago. En todos lados.
Rurik pasó su dedo pulgar izquierdo por el labio de Jens y remojó los suyos con su lengua. Jakov iba acercándose y el pelirrojo podía sentirlo, su caliente aliento chocaba contra su rostro; olía a menta. Jens seguía sin ser consciente de que pasaba exactamente incluso cuando sintió su nariz chocar contra la de Rurik, quien estaba totalmente inclinado en la mesa.
Ahí fue cuando escucharon como alguien aporreaba la puerta.
Jens abrió sus ojos y se encontró con los exóticos y brillantes orbes de Rurik, quien tenía sus ojos entreabiertos. Sus respiraciones se mezclaban y ninguno de los dos parecía querer moverse, pero Rurik dio un brinco cuando la puerta volvió a ser golpeada.
Jakov se alejó con lentitud, Jens sintió sus mejillas arder y tocó sus labios, donde Rurik había tocado. El pelirrojo se puso de pie y abrió la puerta, vio a Astrid ahí, cuando se suponía que se había ido a Purgatorio de nuevo.
-Te necesitamos en Purgatorio, Jens -espetó, sin delicadeza alguna, como estaba acostumbrada a hablar-. Y a... él.
Astrid frunció su ceño al notar como Jens se veía distraído y chasqueó sus dedos en frente de sus ojos. Pareció reaccionar y asintió, Astrid veía su rostro rojo, hasta las orejas y el como su respiración estaba alterada, el pelirrojo caminó hasta donde Rurik e forma torpe y le susurró algo al oído, él se puso de pie y miró a Astrid.
-Ven antes de que me arrepienta.
Ella pudo ver como sonreía de forma casi imperceptible y rodó sus ojos, Rurik fue a la habitación a colocarse alguna prenda decente y Jens fue tras él, debido a que sólo traía una camisilla gris. Ambos entraron a la habitación compartían (era la única, la casa era pequeña) y comenzaron a vestirse. Jens sintió que no podría ver a Rurik de la misma forma y de aquello se dio cuenta cuando lo vio sin camiseta nuevamente.
En aquel mes Rurik había aumentado de peso, al punto de que no se veía enfermizo e incluso; más atractivo. Jens se había dado cuenta de eso y se recriminó al pensar en Rurik de aquella manera tan pecaminosa y lujuriosa en la que había comenzado a pensar en ese momento. De alguna forma u otra, debía calmar aquel extraño deseo que había estado en él desde hace corto período de tiempo, pero que Rurik había activado.
Era abrumador como en un mes, Rurik había hecho aquello. Jens estaba descubriendo sentimientos que nunca había tenido antes, solo había vivido como legionario desde que tenía memoria. Tal vez el deseo que sentía fuera meramente carnal, pero poco le importaba en ese preciso momento, era como si Rurik lo llamara de una forma que los demás no podrían percibir jamás en sus efímeras vidas.
Y justo por eso, sostuvo su rostro entre sus frías manos, y lo besó.
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Íncubo
Short StoryEl Infierno y El Cielo van acariciarse de una forma tan íntima que resultará indecente. De una manera tan pasional y efímera que resultará pecaminosa. Ambos sabrán lo que es amar en poco tiempo, ambos sabrán lo que es perder lo más preciado. Sabrán...